Recinto enardecido por los
gritos
ahogados del silencio,
paradoja del espacio en el
correr del tiempo,
resguardo del espíritu
errabundo
donde construyo con
letras las paredes
y los cimientos con grava
del vacío.
Sitio donde me pierdo con
mi amada,
esa bella soledad qué en
momentos me abandona
aunque siempre espera en
el tejar del sueño
cosido con el polvo de la
noche;
carrucos enhebrando las
cornisas de la espera,
otro refugio para los
pájaros cansados.
Este lugar me despoja de
todas mis verdades,
se puede ver el
pensamiento detenido
en el vaivén de los
susurros invisibles;
una pared pintada con
instantes fenecidos
y en la otra parte donde
se cuelgan las palabras,
varios muros de papel que
aprisionan al olvido.
Aquí he yacido muchas veces
sin motivo,
Me he convertido en planta
que florece,
árbol sin raíces reflejado
en el espejo
líquido de ensueño,
camposanto en un sepulcro
epistolario;
después,
los sombríos pensamientos
se transforman
en caudal de pájaros
marinos,
cayuco navegando en agua
dulce.
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