lunes, 11 de julio de 2016

A Mundo, mi amigo, donde quiera que esté...




Escuchar América era sentirme acompañado de Mundo y su increíble pasión por la música de Rock, recordar la crónica que hizo del concierto de ese grupo en unas vacaciones por el Paso Texas y las cervezas que se acomodó entre rola y rola, recordar al amigo que siempre me estaba criticando y cuestionando con esa manera caústica de decir las cosas, irritantes, pero que al final de la plática me comentaba que se la había pasado muy bien, era recordar su carrito Renault, verde con blanco, cuadradito, deambulado por las calles de Narvarte, y de vez en cuando fumando un cigarrillo que traía escondido en los dobleces de esos pantalones acampanados de mezclilla que eran su orgullo, y que lo representaba como gran matador de Narvarte, platicar con el de sus clases de psicología y la pasión que poco a poco se iba a apoderando por ella , sus incursiones en la pantomima y el desarrollo de una personalidad que la fue formando solitariamente adquiriendo los rasgos de un carácter obstinado y decidido a conseguir sus metas.

Existe otro nivel...al que yo denomino caos, o inconsciente gáyico, que no contiene la forma, sino la fuente de la forma, la energía de la forma, la forma de la forma, el material del cual está hecha la forma.
-Ralph Abraham

La vida, cuando es de veras nuestra…? (me recuerda un verso de Octavio Paz para variar)

Asistí a una comida en casa de una amiga, la cual se prolongó mas de la cuenta, después de haber degustado una crema de ostiones, salmón asado, ensalada con una salsa exquisita… en la sobremesa hablamos de política, de la familia, los lugares comunes, mi disposición al cambio de ciudad (mas bien mi rechazo), y un sin fin de efemérides, escuchamos música cubana principalmente de los jubilados, Buena Vista, etc y un disco del Moi dominguez.

Pero a mi me urgía despedirme, Oscar, mi amigo me apremiaba que le vertiera mis opiniones sobre un artículo que me envió sobre la teoría del Caos , y ya le había escrito todo un rollo sobre el principio de incertidumbre y los hoyos negros y los chamanes y los vacíos y Hesiodo y los dioses principales de su teogonía (Gaya, Caos y Eros) y lo que me aportó el libro: Caos, Conciencia y Creatividad Cósmica, cuyo tema , implícito en el título, se desarrolla en el formato de una plática sostenida por una tercia de los tipos mas locos[1] (1) después de Don Juan, triálogo de locos (matemáticos, antropólogos, biólogos, brillantes, eruditos) libro que por supuesto recomiendo ampliamente; pero mi cabeza era un ídem, ya que en la mañana leía los problemas en los que se enfrascaba Fernando VII con su tío el rey de Francia. Después había paseado por el blog de Alejandro Aura[2] (siempre agradable, ligero, poeta, encantador y apapachado por sus lectores, sus visitantes, sus convidados) y su artículo sobre el regreso al DF y me moría de envidia y admiración, otro poco y le copio algunas cosas, entonces me sentí mejor al escribir con esa necesidad de sacar todo, como me platicaba Alejandro Azcona: “escribe para ti solo para ti si es que eso es lo que te hace sentir vivo..”, reflexionaba sus palabras, lo sentía y recordaba al casi niño de quince años, que hablaba sobre Las Venas abiertas de América Latina de E. Galeano, en el salón de clases ante un público mas bien ausente e indiferente a sus plabras.

Dejé a un lado la respuesta de Oscar porque sentía la necesidad de hablar de lo que me sucedía en este momento, de la noche que se aproximaba al mes de octubre (por su luna) y una ciudad muda, silenciosa, sin querer contestarme con mis reproches de chilango desahuciado (recordaba a los personajes de hace 30 años, que vería deambulando por el sureste, huyendo del asfalto y los neumáticos, de los ejes viales y se aposentaban en cualquier lugar de la sierra de Oaxaca o los recónditos lugares de Chiapas, alrededor de Comitán y las críticas vertidas hacia ellos, ahora se me volteaban...).

Los momentos no se pueden detener, ni fijar, solo recordar, atravesarlos, mencionarlos y entonces recrearlos o cuando el otro nos lo repitiera, o lo reflejara en el diálogo de todos. el espacio no era el pretexto, solo estaba en el momento adecuado y con un cambio temporal de escenario, seguía siendo el mismo y lo demás no importaba entre trago y trago de la coquita que me recordaba otros eventos, reflexionaba en las palabras que escribía para Mundo mi amigo, que había emigrado al norte hace mas de 15 años y no lo había podido contactar; la muerte reciente de su ídolo, su maestro Marcel Marceau, me hacía recordarlo aún mas, por su pasión por la pantomima pero también otros recuerdos ligados a los fallecimientos recientes de Antonioni y Bergman, como el día que fuimos, Ulises y Mundo, a ver Zabriskie Point, esa película sobre el consumismo y la contracultura, con música de Pink Floyd y Jerry García (Grateful Dead) principalmente, y antes Blow up que nos impresionó a todos, pero de especial manera a Ulises y paradójicamente en la escena del partido de tenis sin raqueta ni pelota, se entremezclaban en el recordatorio de mi cuate y el duelo por su ídolo, el mío por su ausencia y esa tristeza no confrontada, e imaginada desde aquí, por la pérdida. De igual forma recordaba nuestros inicios con Bergman, su cine interiorista, metafísico, poético y los recuerdos de las largas pláticas sostenidas sobre las concepciones del tiempo, después de haber visto Fresas Silvestres, sus definiciones plásticas; el capítulo de La Montaña Mágica de Thomas Mann, cuando Settembrini, el italiano que toma como discípulo a Hans Castrop, personaje principal de la novela, le comienza a echar todo un rollo sobre la percepción del tiempo al acordarse Hans de un compañero de escuela; en otro salón yo tratando de entender las ecuaciones de transformación de Lorentz y otra vez Fresas Salvajes vista en el extinto cine Versalles, el mismo al que asistimos para ver, entre otras, Cuadrophenia de Who años después y Woodstock y otras tantas películas que se nos quedarían grabadas antes de Gritos y Susurros y Escenas de un matrimonio.

Fanny y Alexander, sería la última película que veríamos de Bergman, sus metáforas sobre la muerte y el tiempo en el juego de ajedrez, (los relojes sin manecillas, etc.) los espectadores y los ausentes que se me quedarían grabados hasta que pudiera romper el “huevo de la serpiente” y entonces quedaríamos marcados por todos ellos, dos cineastas y un mimo, dos filósofos y un poeta del silencio y del lenguaje corporal, el discurso sobre el Caos flotando en el ambiente y Mundo, siempre lejano, distante... apareciendo de repente en algún capítulo de un libro inexistente…








[1] Los autores del libro mencionado son: Raph Abraham, matemático y uno de los pioneros sobre la Teoría del Caos, Terence McKenna (extinto) explorador, viajero ecologista, y estudioso del chamanismo, y Rubert Sheldrake, Filósofo y Bioquímico y obviamente que lo de “locos”, es una expresión que encierra toda mi admiración para personas que están en otras dimensiones del conocimiento .
[2] Cuando escribí esta crónica, Alejandro Aura aún se encontraba con nosotros...