domingo, 11 de marzo de 2012

Respuesta al ceremonial de espejos de Waldo López



“En el ceremonial de espejos
nos zambullimos en mares desconocidos
para colectar auroras, ensueños y naufragios.
Ahí en la colmena celestial
donde la palabra es la abeja reina
pulsamos las cuerdas del infinito,...” Waldo López


En el lugar insoportable del hastío me sacude la palabra
como una colmena embravecida
asisto al ceremonial de los espejos y con cautela me refleja
en su inmenso peregrinar hacia la nada
en ocasiones existo
y en otras ocasiones mi fantasma deambula como imagen
sin alma y sin reclamos.
formo parte de el
y es cuando la letra se dibuja en el espacio virtual del infinito
la realidad se aleja en un tren de oraciones ahogadas
en el fúnebre silencio de los muertos
las metáforas despliegan su abanico de significados.
La sensación de estar vivo me atormenta en la tragedia
de este relato infernal de ser parte del enjambre.

De ser el cuerpo de un monstruo
creado en las arenas de la sangre
derramada
en el lento desollar del espíritu
de los que no pueden gritar.

El reclamo es un tiempo que se colapsa 
en la gravedad del inconciente
la otra parte de mi indiferencia a
nte el asesinato del planeta.

Muero lentamente sin percatarme 
en la dualidad del espejo,
los que somos convertidos 
en lo que no deseamos ser,
nuevamente el canto de la desesperanza
y ante la palabra, como último recurso,
la conducimos por el pasillo de la tragedia 
que nos devuelve las imágenes
de lo que algún día pudimos ser
y en este columpio de lo eterno
entre las nubes de la fatalidad, 
la fiesta del vació nos emborracha 
con su silencio clonado
para la satisfacción de nuestro yo 
perdido en el anonimato.

Somos una obrera más en la construcción del suicidio
el  pájaro carpintero repiqueteando el eco del ozono
el diluvio en instantes que se repite en el reloj del infinito
que nos conduce al destino de nuestro propio epitafio.

Como dices: “un ceremonial de espejos”
la imagen repetida en miles de fragmentos 
que nos hace recordar la historia
y enterrarla entre los espejos 
de la repetición del bucle
donde “la abeja reina” se posa 
en “las cuerdas del infinito”
lo que nunca hemos sido 
que sin ser lo que somos
nos refleja la historia intermitente 
del primer asesinato, la quijada del burro 
como símbolo del crimen
a este espejo enorme que se desintegra 
en la oscuridad del vacío
y que en algunos instantes de luz perdida 
nos regresa a la nada.

Somos la vomitada de un sueño equivocado
aprendemos a salvarnos con la palabra 
y se nos olvida el verbo
como origen del caos,
el verdadero enjambre de lo impredecible
donde se gesta el advenimiento 
de la fatalidad y la dicha
como siameses de la propia realidad.

Gracias por el “Ceremonial de espejos”