La
edad se me vino encima mas que los años y todavía se encontraba mi espíritu
joven en un cuerpo viejo. El intermitente saludo de la luz me recordaba que Patty
Smith era la pasión desbordada de la respuesta a una contracultura olvidada en
los sótanos de algún tugurio de New York, mientras U2 me regresaba a una época
que no existía en mi calendario sin fechas, solo acontecimientos prematuros,
nonatos que me darían el pase a una interminable salida al infinito, siempre a
punto de despegar siempre a punto de morir, siempre a punto...
Como
esperando el cocimiento de las habichuelas en un día sin nada en el estómago
después de una jornada agotadora de sol y desierto, de tierra agrietada por la
miseria de la lluvia que implorábamos que llegara, cuando en ese momento me
encontraba desnudo en el rito de iniciación de los sin cuerpo, de los
adoradores del águila blanca, de la música a través de los honguitos en un
bosque lejano o del peyote con su flor morada y blanca en el lugar de la tierra
sagrada: Wirikuta;
siempre los huicholes sin poder atraparlos, siempre las ideas que llegaban sin
nada que decir en este silencio de palabras que desembocadas, como caballos
cimarrones, me recordaban a los esclavos que escapaban de los cañaverales hacia
algún lugar perdido del otro lado del río de las mariposas para convertirse en
salta pa´tras, es decir y así formar la trilogía de lo que hemos sido en todos
estos años de silencio que se gestó en medio de dos o tres agresivas
violaciones del cuerpo y de la sangre, necesarias para reclamar la parte de
paraíso perdido entre las aguas de un río sin el bautizo del Jordán o el come niños
en el desierto; sin un ápice de fortuna en los tiempos que solo ellos arribaban
en el pasado.
Mientras
tanto me acordaba de los días en el atardecer temprano de mi despedida, de los
símbolos y el aprendizaje del brujo en medio de una legión de cantantes
subvirtiendo la tranquilidad del suburbio y la aparición de la bruja blanca
presagiando mi ceguera años después, la ausencia de la luz en el pozo del
tiempo sin que la gravedad tuviese forma ni masa, solamente la sensación de
quedar atrapado en el suburbio de las pesadillas entre vehículos motorizados y
motores de aliento para la interminable espera de estos acontecimientos que
llegaban sin poder entender que ya no estaba ahí, en ese tiempo que saltaba de
una dimensión a otra como recordando a las cuerdas que me ataban en su sintonía
de muerte y conjuro a la par que quemaba un cigarro de mota y Jordi Soler, como
un fantasma en la red narraba una que otra canción de una estación de radio que
ya no existía, solo las ondas sonoras que se reproducían en la pantalla virtual
de mi computador a la par que la vista danzaba entre el blanco y negro hasta
quedar en el cementerio de las mentiras.
II
Atravieso
la avenida de los ahuehuetes en el corredor de la memoria, los juglares del
pasado me acompañan, el abanico del tiempo me despoja de sueños y los espacios
del recuerdo se desvanecen entre mis ojos; el horizonte se cruza con mis
pensamientos alcanzados por los años que
se perdieron en las especulaciones y los momentos de decidir sobre alguna de
las historias sin futuro:
El
viejo detrás de los espejos me refleja, ya perdí la inocencia del futuro; me
enterré en la esperanza y la soledad se desdibuja con los senos aguados del
destino, secos, sin aquel manantial que me llenaba.
La
madre, la tierra, la nave nodriza de los sueños sin tiempo se fueron
desvaneciendo en el carrusel de las canciones que se escucharon entre mítines
de los sin rostro en ese atraco del mundo en un sobresalto sin períodos de
historia por el tiempo que exigía su porción de sexo y vida.
Quedé
solo, en ese punto en que la espiral se acercaba por cada una de sus bandas y
la frecuencia del instante se desvanecía por el efecto Doppler…
Devorado
por el horizonte en el hueco del segundo,
en la oscura noche de la espera del cambio mientras mi cuerpo agotado se
resistía a morir.
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