martes, 18 de septiembre de 2012


A la deriva


quiero seguir, ir más allá, y no puedo: ... Octavio Paz (Piedra de sol)

                                

I

Con un despertar de pájaros hambrientos,
ramas deshojadas, alma rota,
mis huesos hechos polvo
como arena de cristales diminutos
recorriendo por mis venas en el silencio de la sangre;
el brujo escondido en el lado izquierdo de mi mundo,
se transforma en palabra que me acecha
me trabaja en las horas sin reloj que mida el tiempo
y las ramas, el polvo cristalino, los pájaros hambrientos…
cobran un significado diferente.

II

En un quebranto de voces apagadas
la sensación de un universo detenido
y mis pensamientos quietos,
suspendidos en las hojas moradas del olvido,
en una barca al garete de la aguas
sin ningún aparejo que la frene,
veo el mar, y me contemplo en esa travesía
distante, sereno, taciturno.


III

Me encuentro en medio de un océano ausente
Indiferente,
con este sentimiento de paz sin revelarse
sosiego repetido de pájaros sin vuelo;
alrededor de mi, el recuerdo canela de tus ojos
con un mirar profundo de tu espíritu,
la sombra de un viejo detrás de tu figura,
el rostro de un ser etéreo atrapado por el tiempo
las respuestas que nunca pudiste revelarme
en los momentos que mas lo requería.

en ese espejo estático, de líquidos opacos
las palabras se ahogan en una cascada de vacíos
la luz es el silencio devorado por los peces
el vaho, la soledad de un viaje interminable
donde el concepto de la nada existe.


IV


Escribo mi terco cuestionario una vez más
donde las preguntas nacieron con el alma
y por lo tanto siempre ha sido la dialéctica presente,
nuevamente el caminar sin marca pasos o sextantes,
la navegación por un río que simboliza el puente
entre lo que es vida sin límites, solo la muerte inexpugnable;
y mas allá de la existencia sin retórica,
el diálogo perenne del cielo y del infierno
la moral como un eco sin viento, grito en el vacío,
el continuo transcurrir de lo que nunca pasa
todas las ocasiones en que se hizo esa pregunta…
ver el parto del verbo en un lugar inexistente,
reconocer al otro, sin espejos,
cuando los peces fluyen en silencios luminosos,
en el eterno desafío por morir y renacer en ese verbo.


V

Con la vigilia agazapada
por mis párpados sedientos de pájaros plenos
en el vuelo imaginario de mis sueños,
duermo otra vez y caigo de nuevo
en un abismo enardecido
de respuestas que se alejan,
y mi alma se desborda
sin poder asirme a las aristas de una cornisa mágica.

Rendido estoy en esta travesía del instante
cuando despierto nuevamente sorprendido
de los aleteos enardecidos del murciélago
única máquina volante en los susurros de la noche
mientras el búho con su canto agazapado en mi vigilia
acecha, como el brujo, el momento preciso del hechizo.


VI

Rodeado de recuerdos y lamentos,
añorando un dulce despertar de la mañana
me avoco a realizar conjuros de otros mundos.
pedirle a mis aliados que te encuentren,
en que parte del infierno me perdiste
o en que lugar del paraíso me olvidaste.