A
la deriva
quiero seguir, ir más allá, y no puedo: ... Octavio Paz (Piedra de
sol)
I
Con
un despertar de pájaros hambrientos,
ramas
deshojadas, alma rota,
mis
huesos hechos polvo
como
arena de cristales diminutos
recorriendo
por mis venas en el silencio de la sangre;
el
brujo escondido en el lado izquierdo de mi mundo,
se
transforma en palabra que me acecha
me
trabaja en las horas sin reloj que mida el tiempo
y
las ramas, el polvo cristalino, los pájaros hambrientos…
cobran
un significado diferente.
II
En
un quebranto de voces apagadas
la
sensación de un universo detenido
y
mis pensamientos quietos,
suspendidos
en las hojas moradas del olvido,
en
una barca al garete de la aguas
sin
ningún aparejo que la frene,
veo
el mar, y me contemplo en esa travesía
distante,
sereno, taciturno.
III
Me
encuentro en medio de un océano ausente
Indiferente,
con
este sentimiento de paz sin revelarse
sosiego
repetido de pájaros sin vuelo;
alrededor
de mi, el recuerdo canela de tus ojos
con
un mirar profundo de tu espíritu,
la
sombra de un viejo detrás de tu figura,
el
rostro de un ser etéreo atrapado por el tiempo
las
respuestas que nunca pudiste revelarme
en
los momentos que mas lo requería.
en
ese espejo estático, de líquidos opacos
las
palabras se ahogan en una cascada de vacíos
la
luz es el silencio devorado por los peces
el
vaho, la soledad de un viaje interminable
donde
el concepto de la nada existe.
IV
Escribo
mi terco cuestionario una vez más
donde
las preguntas nacieron con el alma
y
por lo tanto siempre ha sido la dialéctica presente,
nuevamente
el caminar sin marca pasos o sextantes,
la
navegación por un río que simboliza el puente
entre
lo que es vida sin límites, solo la muerte inexpugnable;
y
mas allá de la existencia sin retórica,
el
diálogo perenne del cielo y del infierno
la
moral como un eco sin viento, grito en el vacío,
el
continuo transcurrir de lo que nunca pasa
todas
las ocasiones en que se hizo esa pregunta…
ver
el parto del verbo en un lugar inexistente,
reconocer
al otro, sin espejos,
cuando
los peces fluyen en silencios luminosos,
en
el eterno desafío por morir y renacer en ese verbo.
V
Con
la vigilia agazapada
por
mis párpados sedientos de pájaros plenos
en
el vuelo imaginario de mis sueños,
duermo
otra vez y caigo de nuevo
en
un abismo enardecido
de
respuestas que se alejan,
y
mi alma se desborda
sin
poder asirme a las aristas de una cornisa mágica.
Rendido
estoy en esta travesía del instante
cuando
despierto nuevamente sorprendido
de
los aleteos enardecidos del murciélago
única
máquina volante en los susurros de la noche
mientras
el búho con su canto agazapado en mi vigilia
acecha,
como el brujo, el momento preciso del hechizo.
VI
Rodeado
de recuerdos y lamentos,
añorando
un dulce despertar de la mañana
me
avoco a realizar conjuros de otros mundos.
pedirle
a mis aliados que te encuentren,
en
que parte del infierno me perdiste
o
en que lugar del paraíso me olvidaste.
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