Una vez me perdí en un instante y cambió el escenario del mar
las gaviotas partieron con prisa y la arena, las piedras baluartes,
las palmeras mudaron su rostro a Castaños y Rojos de arce
en esa eterna estación otoñal, lugar del encuentro fortuito
donde una vez se juntaron las letras, las tuyas, las nuestras
y otro rostro cubierto de noche y silencio, misterio y belleza
emergido entre piedras de antiguas iglesias, ciudades perdidas,
Se armó un crucigrama de muchas preguntas y una sola respuesta
la María de todos los santos y todos los nombres y todos los muertos
un instante que fue un camposanto, catedrales pintadas de rojo
encontró a la poesía dibujada como fuente brotante en tu boca
en tus senos que remarcan tu sexo entre historias de ninfas y lunas
y surgieron palabras y versos que algún día dejarían entrar a la nada
y la carne y los huesos, esqueletos y tumbas escondieron tus besos
transformaron nocturnos, con arpegios silencios en notas de estrellas
y los pájaros se hicieron presentes en el mar y las hojas de maple
y llovieron poemas que poblaron tu pecho e inundaron tu cuerpo
con palabras de amor diferentes y tejieron de otoños ausentes
al deseo detenido en aquella estación sin naciones como un acto de fe.
¡Cuántas calles con solo un sentido de mujeres con un solo nombre!
por aquí el camposanto y por allá tus iglesias, a la sombra del Maple
tu esencia y las huellas de un amor diferente.
Cuanto tiempo duró no lo sé, mientras tanto el espejo
y tus ojos oscuros, el temblor del silencio religión en tus labios.
Te lo dije, un instante fugaz pero eterno y ese tiempo tan nuestro
que fue solamente nosotros.
