Sólo
el vestido de nosotros
en
este tránsito instantáneo
de
un navegar infinito por el mar
de
nuestras vidas sin un cuerpo,
se
despeña en un enardecido precipicio,
de
promesas pronunciadas.
Estoy
contigo, envuelto de caricias
perdido
en el cráter profundo de la vida
haciéndome
llevar el juramento
donde
te penetra solo el viento
a
ese bosque de ti,
donde
puede encontrarse el universo.
En
esta eclosión de amor en nuestros sexos,
tu
sexo mismo es quien nos define
y
un caudal de misterios nos envuelve;
en
un surco profundo me estaciono,
en ti me lleno y me vacío también en
ti
para
que el jardín de las metáforas florezca.
Tu
vientre, la noche en que me pierdo,
un
jardín de verbos sin pronombres
donde
mi propio vientre,
mi
sexo
mi
yo sin oraciones,
son
el diálogo incesante del silencio.
y
como decodificador de nuestras almas,
que
sean nuestros cuerpos
quienes
traduzcan en palabras,
las
sensaciones usurpadas como pájaros
que
emigran de un continente a otro,
peregrinos
del espejo del deseo
en
esa vacancia donde nos vemos reflejados.
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