jueves, 6 de diciembre de 2012

El viaje/Periplo






"De hecho, cuando Japhy llegue a la cima de esa cumbre,
seguirá subiendo, lo mismo que el viento que sopla.
Pero este viejo filósofo se quedará aquí. -Y cerré los ojos-.
 Además - pensé-, descansa y no te inquietes,
no tienes que demostrar nada a nadie"
Jack Kerouac "Los vagabundos del Dharma"


El viaje


Por los vericuetos en que me pierdo  

por momentos
mientras mis dientes se desvanecen
por la ansiedad del encuentro,
en cada uno de ellos,
la lectura de un verso de mujer me hechiza,
la fallida esperanza de otra mujer me condena,
la edad sin prisas se desmorona
entre chasquidos de un futuro muerto
y nostalgia de un pasado no nacido.


El de mis años caminados
mientras la lluvia fina enamoraba el pavimento
y las palmeras cantaban a ritmo en contrapunto
de un viento en ese entonces con la nostalgia de hoy;
el tiempo como siempre,
esa identidad sin geometría
me avisaba con las señales del momento sin memoria
estados de ánimo nunca imaginados
ni pensados.

Recorro las calles de una ciudad
y el mismo tiempo,
en un carril de soliloquios y luceros,
viaja conmigo de un punto a otro
entre estaciones del encuentro
y paradas sin recuerdos,
de una canción a otra, entre minutos de silencio,
de un perdido amor,
un cambio repentino de  escenarios,
la plática de un viejo maestro o un brujo moderno,
la lectura de un libro de historia 
a la rebeldía del instante,
los carruseles alegría, sexo y  cuatro caballos
en la intersección de los segundos mágicos
que ha tenido este planeta
de catástrofes, tormentas, sacrificios y rituales.

(Al recorrer el instantáneo viaje de mil años
en un segundo,
sin que la física moderna me acompañe,
me detengo en esa parte antes del grito
en presagio de un hombre diferente,
por la terrible soledad de una noche de ensueño
en el hotel Mocambo, sinónimo del dios perdido).

Finalmente me percato de lo terrible que es estar solo,
sin miedo ante la pugna infinita de la muerte
con el dios Eros,
invención de mil trampas,
comunión de soledades
en las multitudes en la calle,
creación de islas ideológicas
o realidad inevitable del desprecio
ante lo que en ese entonces se llamaba vida.

Y en otro estallido,
el rescate de un momento mágico,
perdido en la sierra de Oaxaca
o en la porción de tierra
de algún sofista de la India,
Se convirtió en tautología,
percepción diferente de la muerte,
liberación de la existencia,
destino manifiesto por la revolución de flores,
decreto descubierto por el occidente
fantasmas despertados por el canto perdido
de la bruja cósmica,
iniciación de chamanes por las  nubes de agua,
espejos líquidos entre el humo de las velas,
el viaje en un camión inundado
por la profundidad del rojo,
el rechazo de la historia,
el poder de los ingenuos
y los cuerpos sin pudor del magazín,
retorno a las comunidades místicas
cuando la poesía era de todos,
mientras los ritmos del sexo sin condena escribían la canción,
hombres de ninguna parte
mujeres de San Francisco
el camino no encontrado a casa
el cuarto blanco en medio del océano
el aullido anterior en la antesala del infierno.

Las calles que se detuvieron en mi memoria
por la Narvate de aquellos días en la ciudad de México,
el pasón de mota y las visitas cotidianas al olvido
la vieja canción que no se extingue
cuando Hey Jude recordaba años después
que fuimos arrojados al precipicio de lo indiscutible
hasta llegar a la estación del retorno en el lenguaje,
los años aparentemente perdidos
y los amores que se fueron
atados con el hilo poderoso de la inconciencia
de ser grandes,
de no ser más allá de la tercera década,
de la  esperanza rota
y los cuentos de una revolución más;
de ingresar al mercado de consumo
mientras la utopía se perdía
en los  reflejos del espejo humeante
y los dioses sin presente
y los vericuetos con señales de la inocencia
despojada por las balas del miedo
en un plaza del drama,
representaban la matanza de Cholula
en otros tiempos,
siempre jóvenes,
diferentes jóvenes,
hombres sin edad, sin ser cronopios,
aquellos que por miedo al pensamiento
convirtieron el rito en la masacre de sangre,
el asesinato de una cultura sin miedos
la oportunidad de ser gigantes
derrotada por el pánico de ser hombre,
o lo que es lo mismo:
De verse reflejado en el espejo,
en el otro escondido en sí mismo
y a través de las lágrimas,
olvidarse de la poesía
y transformarse en magia,
reflejarse en la mitad del mundo,
bautizarse en la sangre
de los otros
y ser encontrado por la metáfora
del hambre y la miseria
olvidarse un momento
de los otros y  reencontrar el camino
con los que no son diferentes
al yo plural del desconsuelo,
el otro yo encarcelado por las ideas
de otros...

Y luego el pecado del olvido
la serpiente devorando a los que no rescatan su memoria
en tanto que el amor se diluía en un beso
reclamando su porción de tiempo,
mientras las sábanas inútilmente lo ignoraban
y así pasó el tiempo,
algunos se fueron al exilio
del recuerdo de aquellos años,
otros se transformaron en lo que nunca fueron.

Mi destino y la poesía
estallan en metáforas de un pasado sin presente.

Prosigo en la cacería de estrellas
mientras Demian,
los Beatles,
Piedra de sol,
Rayuela,
Don Juan,
algún libro de Historia,
la poesía de Neruda y Benedetti,
Deep Purple ,
Vallejo,
Serrat y Silvio,
son las trampas que se esconden
en fracciones de un tiempo sin espacio.

Diciembre 2010 


 Periplo



I

Inicio mi periplo interno en lo que tomo un Express en un Café al aire libre.
Leo un artículo sobre Kerouac recreando su iniciático viaje por el desierto mexicano.
Al lado de mi mesa se encuentra un tipo ruidoso, muy en su mundo de seducción con pláticas cotidianas de dinero.
Enfrente de mí, molestándome,  se encuentran los dos libros de física que estoy leyendo desde hace varios meses.
Una mujer etérea y virtual me espera en el otro lado del mundo.
Enciendo un cigarrillo y me acuerdo de “Los detectives salvajes” de Roberto Bolaños, aún presente, quizá buscando muertos perdidos en algún universo poblado de hoyos negros y planetas imaginarios.

Este es el primer escenario del inicio de mi viaje.

Las palabras se me atragantan entre las bocanadas de humo de mi último cigarro.
Espero el momento preciso en que alcance el recorrido de las metáforas, el trayecto de lo resuelto para solucionar el poema.

Se encuentra un testigo de mi partida, anónimo,  con un nombre que no me dice nada, esperando que me suba a las palabras para acelerar mi viaje.
Me observa, como los fantasmas supongo que lo hacen, cuando nos miran inocuos sin alguna pasión saliendo de lo que pueden ser sus ojos.

Las letras desordenadas con las frases que se alargan por instantes en que el tiempo se contrae, me recuerdan el periférico de la ciudad de México.

La paz, es una palabra hueca; es subjetiva, anímica, con varias interpretaciones; me subo a ella, pero es como viajar a todas partes que me conducen al mismo sitio; es encontrar en esa búsqueda de la nada, una profunda salida en medio de un universo real, el viaje externo de las paradas al infinito, mientras el fantasma en otro lugar me recuerda que el tiempo no es la vida, que el tiempo no es el cuaderno sin notas…
Al contrario:

Que el espacio es otra palabra que alberga paradójicamente el vacío.
Porque como escribía Octavio Paz en Posdata con otras palabras: Las cosas nos llenan de nada.

Fluyo en el diccionario, me reflejo en la sección de palabras no dichas, Viajo con mis pensamientos a las mesetas alargadas, en donde el sol no Puede esconderse de la noche.

Las historias me dejan, abandonan con rapidez el autobús que me conduce a la  terminal de lo no resuelto.
Ellas se quedan con las palabras: vida, muerte, existencia, deseos, utopía, metas, objetivo y un centenar de sinónimos y frases compuestas.

II

He cambiado el Express cortado por un buen ron, el Café con la brisa del mes de febrero en un lugar perdido cerca del mar, por un cuarto, en estos momentos, atosigante, en el que habitan los diccionarios y los electrones, los gusanos que en ocasiones se transforman en grillos y lagartijas, rodeado de imágenes que se desvanecen en este transcurrir de verbos y metáforas (hay una fotografía en donde uno de los habitantes de este cuarto se encuentra rodeado de vendedoras juchitecas en un mercado que por ese entonces, la dulzura del zapoteco se confundía con las canciones de Silvio Rodríguez y posiblemente Don Genaro, Carlos o Don Juan se encontraban intercambiando algunas cosas de poder).

El piano de George Winston, Dead can Dance y Janis Joplin, también son un conglomerado de signos que el fantasma me proporciona para alcanzar a otras palabras.

Kerouac (el responsable de este periplo, tierra adentro) me recuerda el recorrido por las autopistas del rompimiento antes de que se convirtiera al budismo.

Me estaciono entre un sin fin de libertades que como mariposas en otoño, emigran a los sitios de poder que la droga invadió y la estupidez que abunda en todas partes.

Aquí tampoco se encuentra la palabra amor, solo el continuo vaivén de las partículas de la melancolía que me regresa a aquellos años en que caminar por las calles era sinónimo de ser libre, mientras se escuchaba Ey Jude por las ventanas, sin querer encontrar el camino de regreso a casa.

Aquellos días en que llevar el pelo largo no era solamente dejar crecer el cabello, y fumar un porro, un chuvi, o un toque, no era lo mismo que comenzar el atracón después de un par de chochos para que al final no pasara nada.

La melancolía era otro gusano que los diferentes sinónimos de libertad miraban con malos ojos.

Pero ponto abandoné la terminal de las utopías y los cronopios, aquellos personajes tan reales que fueron descubiertos por Cortázar, me estaban esperando en la próxima estación al infinito (como que si no supiera que tampoco existía).

Una lánguida voz de trompetas y sonidos onomatopéyicos, se encontraban en la entrada, sabían que la nada era la recompensa, o ese tiempo alargado, escurrido, como la cámara de niebla de Wilson de un experimento de partículas ridiculizado por los granos del polen.

Metáforas tras metáforas que se encontraban agazapadas, escondidas dentro del modelo para poder entender al mundo.

Que es la luz, me preguntaban. ¿Que es el contrastante mundo de una tierra con niños muriéndose de hambre o sed? sin poder cuestionarse que es el tiempo, como pequeños cronopios que desmoronaban los principios de cualquier religión, de querer creer en otros mundos de la abstracción de la idea, mentes vacías, pensar sin estar pensando y poder seguir preguntando lo que es (que se puede decir de lo que es) y tratar de comprender las expiaciones con un buen juego electrónico.

III

Escucho a Nirvana, a CoDoNa en su tercer álbum y me detengo en mi periplo. También quiero abandonar el autobús junto con los cronopios (el cantante de rock y el chamán, el propio grito, ese lamento de Devorzhum en Dead Can Dance y un buen toque para olvidarse de las reumas mentales)

Sin embargo continúo en este viaje interno, antipoético, antirecuerdos que no se han ido desde que no pude encontrar el camino a casa y emerge la magia con Blid Faith y estos años que se detienen como sanguijuelas medicinales en esas persistentes ideas de lo que es efímero, y seguir el camino del matadero.

Hay una parada que me anuncia el conductor, otro cronopio que salió de un cuento de Cortázar, y es un lugar parecido al manicomio, donde se encuentran: mi otro Yo, el verdadero , mis amigos que el tiempo no pudo arrebatarles su existencia, que para efectos de interpretación en este lado de la luna o el mundo en que se refleja, o se observa, pueden ser bluseros, poetas, prostitutos, marginados, guerrilleros, navegantes; miembros de Green Peace, cronistas de lo efímero (el Koyote se coló en este relato), personajes de cualquier cuento, mariachis buscando la tocada a la salida de un antro en que tocan música de Luis Miguel y RBD, etc.

La muerte, y no el fantasma que me acecha constantemente en este viaje, me advierte que no pudo bajarse y que al final, antes de alcanzar a mis competidoras y a pesar de los soles de otros universos paralelos…ella va a ganar.

El lamento (otra vez Devorzhum), la voz de un niño, las estupideces de los Bush, las mujeres, el idiota juego de las levantadas y los levantones, de las tocadas y las quedadas, la distracción enajenante de las noticias fatídicas, las casiadiario, los premios Grammy, los Oskares, el reguetón, me quieren atrapar en un juego en que alguna película mexicana de los setentas como Las Ficheras, es la que impone sus reglas.

El torbellino de palabras encontradas (alcanzadas), las interrupciones, mis novias inexistentes, palabras-objetos-norecuerdos, me presionan para entender que esto tiene que acabar y me evado del juego, por la nota de otra "canción de las estrellas", me voy, no se de mi, viajo, no hay nadie, solo el testigo de la nada y por un instante como alguna vez con Bourée (de Jethro Tull), me escapo con el humo del lamento de lo que no fuimos, ni somos, ni seremos…

Boca del Río, Ver. 2007 
    

No hay comentarios:

Publicar un comentario

GRACIAS POR TU COMENTARIO