jueves, 27 de diciembre de 2012

El vislumbre de lo eterno


                                              Francisco Toledo                              Huichol._de_la_cruz Shaman 

Vislumbrar la eternidad que queda fuera del capullo, es suficiente para romper la seguridad de nuestro inventario.
 Juan Matus.- El fuego interno (C. C.)



Busco el momento de locura,
la explicación del caos en una larga cadena de símbolos,
el espejo enterrado en la humedad del silencio,
las colisiones del cambio,
los dos lados del puente de agua,
la llama incandescente del diálogo,
el altar de la sinrazón,
la madeja de coherencias
perdidas en la inmensidad del soliloquio,
la inmovilidad del desatino,
el instante que se reprodujo el intento,
los aliados escondidos en la parte oscura del pensamiento.

Mi otra parte,
arropada en la música del infinito,
habita en la imagen de los símbolos,
otro silencio dibujado con los colores de los signos,
el ático que esconde la palabra,       
miles de ellas naciendo en la magia invisible del útero,
la gran placenta emanando las difracciones del silencio,
el laboratorio reproduciendo la nada,
Hamlet explicando a Horacio que el universo alberga más cosas
de lo que uno pueda ver.
Otro inventario de historias emergidas del vació,
mientras el brujo rompe la cadena de la lógica,
el miedo nos desnuda
y en la ventana:
la colisión de lo prematuro,
el nacimiento anticipado de la muerte.



¿Qué personajes dentro del cuarto se repiten en esta sucesión de Fibonacci?
Los teoremas desnudos en la convergencia del punto imaginario,
los extremos que sujetan el camino líquido,
el columpio de los signos,
el oscilador detectado en la alameda de las metáforas.

Verso y número,
ecuaciones entrelazadas
En la parte oculta del centro de gravedad
del encaje luminoso,
con las rejillas de la noche por donde se asoma el infinito.

La soledad es la hermana bastarda del silencio.

Mi otra parte se desplaza en un pasillo,
en la biblioteca de lo imaginario,
el recuento de las similitudes,
la historia mimetizada en el tiempo,
los libros  repetidos en una galería de espejos
donde la metáfora, es el único personaje
que sobresale entre la multitud
de un solo hombre partido en dos.

II
Navegante de mis sueños escondidos recojo las piedras del camino
uno a uno los guijarros del destino
se depositan en la alforja del olvido.

Dentro de la melancolía,
navegando por las aguas del recuerdo
el sextante se calibra con la ruta del destino incierto
que a veces se vislumbra entre las verdades de la ciencia
y en otras ocasiones es el intento quien empuja la embarcación
la travesía no cuenta con mapas estelares,
la carta de navegación es extensa para entenderla
solo los libros que rescatamos del último naufragio
pueden acercarnos al mundo de lo incierto
en cada uno de ellos se encuentra la llave de la palabra
desconocida que podrá abrir el cielo y separar el horizonte.

Prosigo mi búsqueda en la parte literaria del olvido
el único afán es perseguir lo inocuo
de un camino que se tiene resuelto:
La muerte es la posada de la espera,
el punto del encuentro
la realidad incierta
la muralla donde todas las teorías se pulverizan
la no conciencia
la que alimenta la nada
el puerto final;
entonces me pregunto sobre la vida
¿De donde nacemos si la muerte es el punto final del caos?
el límite del infinito,
¿En que otra palabra se generan las cosas?

¿Que Dios absurdo se divide para que todos resolvamos el teorema
de ser la paradoja de la nada y la ecuación de la existencia?

Atado al mástil de los sueños
la bitácora realiza su lectura
el camino plateado de la ausencia
el bautizo recurrente de las cosas
(pero de nuevo con un solo nombre).

En aquellos días en que la noche era eterna
los sonidos comenzaron a escribir su discurso
las penas se concentraban en el estómago
y la piel extrañaba el tornasol de las estrellas.

La vida era un rito más al compás de las necesidades
los vientos fluían en la dirección del  lamento
de la onomatopeya
el remedo del futuro
la cáscara de nuez deslizándose en el arroyo.

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