Francisco Toledo Huichol._de_la_cruz Shaman
Vislumbrar la eternidad que queda
fuera del capullo, es suficiente para romper la seguridad de nuestro
inventario.
Juan Matus.- El fuego interno (C. C.)
Busco el momento de
locura,
la explicación del caos
en una larga cadena de símbolos,
el espejo enterrado en
la humedad del silencio,
las colisiones del
cambio,
los dos lados del
puente de agua,
la llama incandescente
del diálogo,
el altar de la
sinrazón,
la madeja de
coherencias
perdidas en la
inmensidad del soliloquio,
la inmovilidad del
desatino,
el instante que se
reprodujo el intento,
los aliados escondidos
en la parte oscura del pensamiento.
Mi otra parte,
arropada en la música
del infinito,
habita en la imagen de
los símbolos,
otro silencio dibujado
con los colores de los signos,
el ático que esconde la
palabra,
miles de ellas naciendo
en la magia invisible del útero,
la gran placenta
emanando las difracciones del silencio,
el laboratorio
reproduciendo la nada,
Hamlet explicando a Horacio
que el universo alberga más cosas
de lo que uno pueda
ver.
Otro inventario de
historias emergidas del vació,
mientras el brujo rompe
la cadena de la lógica,
el miedo nos desnuda
y en la ventana:
la colisión de lo
prematuro,
el nacimiento
anticipado de la muerte.
¿Qué personajes dentro
del cuarto se repiten en esta sucesión de Fibonacci?
Los teoremas desnudos
en la convergencia del punto imaginario,
los extremos que
sujetan el camino líquido,
el columpio de los
signos,
el oscilador detectado
en la alameda de las metáforas.
Verso y número,
ecuaciones entrelazadas
En la parte oculta del
centro de gravedad
del encaje luminoso,
con las rejillas de la
noche por donde se asoma el infinito.
La soledad es la
hermana bastarda del silencio.
Mi otra parte se
desplaza en un pasillo,
en la biblioteca de lo
imaginario,
el recuento de las
similitudes,
la historia mimetizada
en el tiempo,
los libros repetidos en una galería de espejos
donde la metáfora, es
el único personaje
que sobresale entre la
multitud
de un solo hombre partido
en dos.
II
Navegante de mis sueños escondidos recojo las
piedras del camino
uno a uno los guijarros del destino
se depositan en la alforja del olvido.
Dentro de la
melancolía,
navegando por las aguas
del recuerdo
el sextante se calibra
con la ruta del destino incierto
que a veces se
vislumbra entre las verdades de la ciencia
y en otras ocasiones es
el intento quien empuja la embarcación
la travesía no cuenta
con mapas estelares,
la carta de navegación
es extensa para entenderla
solo los libros que
rescatamos del último naufragio
pueden acercarnos al
mundo de lo incierto
en cada uno de ellos se
encuentra la llave de la palabra
desconocida que podrá
abrir el cielo y separar el horizonte.
Prosigo mi búsqueda en
la parte literaria del olvido
el único afán es perseguir
lo inocuo
de un camino que se
tiene resuelto:
La muerte es la posada
de la espera,
el punto del encuentro
la realidad incierta
la muralla donde todas
las teorías se pulverizan
la no conciencia
la que alimenta la nada
el puerto final;
entonces me pregunto
sobre la vida
¿De donde nacemos si la
muerte es el punto final del caos?
el límite del infinito,
¿En que otra palabra se
generan las cosas?
¿Que Dios absurdo se
divide para que todos resolvamos el teorema
de ser la paradoja de
la nada y la ecuación de la existencia?
Atado al mástil de los
sueños
la bitácora realiza su
lectura
el camino plateado de
la ausencia
el bautizo recurrente
de las cosas
(pero de nuevo con un solo nombre).
En aquellos días en que
la noche era eterna
los sonidos comenzaron
a escribir su discurso
las penas se
concentraban en el estómago
y la piel extrañaba el
tornasol de las estrellas.
La vida era un rito más
al compás de las necesidades
los vientos fluían en
la dirección del lamento
de la onomatopeya
el remedo del futuro
la cáscara de nuez
deslizándose en el arroyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU COMENTARIO