Con una somnolencia extraña
y de otro mundo,
los sueños se apoderan de mi alma.
Me sumergen a estados de abandono
con las palabras escondidas por los
poros,
entes incoherentes entre puntos
suspensivos,
virus reproducidos a mil letras por segundo,
relatos imprecisos y sedientos
que fluyen por las venas del poema
formando cadenas de oraciones sin
destino.
Ideas que fueron desahuciadas por el
cosmos
se precipitan a un prado de versos inconclusos
como claves secretas para descifrar el
verbo.
Atado estoy en el punto donde el ángulo
se gesta
con las tijeras que cortan el vacío en partes
desiguales,
retazos de universo, respuestas rotas y asimétricas
como un cuerpo geométrico sin forma.
En esta sensación de libertad sin
rostro,
filamentos de luz en el umbral de la
metáfora,
blancos salpicados difractando pálidos
reflejos,
símbolos dibujados en la paleta de las
sombras,
y el torbellino de signos en espera...
soy conducido a un camino sin puntos
referentes
donde
la conciencia es el pretexto de un ser desconocido,
el terreno posible de los futuros
descubiertos
por un laberinto intrincado de
presentes idos
en un pasado de mensajes encriptados,
revelador de profecías sepultadas
en el negro ataúd de los silencios.
Nuevamente el oráculo del sueño es la
poesía,
el misterio impenetrable del espejo
en los grandes almacenes de la nada.
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