Desde el tiempo remoto de la Historia,
cuando el Hombre comenzó a
escriturarla,
fueron sus manos que
lentamente
modularon la palabra.
Pero antes fue el sonido
planetario:
El rugido del tigre,
el vuelo del águila
atravesando el viento
y sirviéndole sus alas como
fuelle.
La procesión en silencios
aparentes de la hormiga,
el zumbido meloso de la
abeja,
el lenguaje florido de los
pájaros
como un jardín de trinos
en el cielo;
los reclamos insistentes
de los monos,
el agua en sus diversas
entidades:
lluvia,
cascadas decantadas
explotando con el agua
y el ritmo proceloso de
las olas.
En todo ello, el hombre
y en su propio lenguaje
inteligible,
aprendió a escuchar la
sinfonía de la vida.
Luz y sonido que prodiga
el cosmos.
Con el fuego
como flor luminosa,
vida y canto,
fue transportada el agua
por el viento
para mojar a la semilla en
la tierra concebida.
Cuando el hombre le
trasmite al otro hombre
lo que había descubierto,
con esos ojos abiertos del
asombro,
en ese despertar de la
conciencia
nació la música,
y finalmente después de la
metáfora:
La palabra.
Y aquel que en el inicio
fue trastocado por el fuego
transformado en canto,
se convirtió en
representante de los dioses.
Fue testigo del suceso:
Vio brotar de la tierra la Poesía.
Místico ...
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