martes, 12 de marzo de 2013

Por hoy basta


La palabra es un ladrillo. ¿Me oisteis’ … ¿Me ha oído usted,
Señor Arcipestre?
Un ladrillo para levantar la torre…y la torre
tiene que ser alta….alta, alta, alta,
hasta que no pueda ser mas alta,…
jasta que ya no entonces no quede un ladrillo solo,
el último ladrillo…la última palabra,
para tirársela a dios,
con la fuerza de la blafesmia o la plegaria
y romperle la frente… a ver si dentro de su cráneo
está la luz…o está la nada.

León Felipe.-  La palabra


 Continúan los días de viento y frío, tal parece que los hicieron para mi estado de ánimo ya que quedan embonados como el espejo que distorsiona la imagen y el objeto por atrás de la superficie líquida del alma, cuando los suspiros en realidad se transforman en lamentos y silbidos del viento acompañando el follaje desesperado por no poder detenerlo, moviéndose imbatible ante el crujir de los lamentos.

No es que llore de tristeza por que el tiempo es mi reflejo, ni me quede pensando en la posible solución de mis males menores: la melancolía, la tristeza y este puto sentimiento de no estar en alguna parte, suspendido en el aire como una gaviota deslizándose en el corredor de los augurios.

Tengo sueño, mi cuerpo se detiene para bostezar con los pájaros que de vez en cuando llegan al borde de mis pensamientos a recoger algo de comida que les deposito en la cornisa del silencio, la misma que me ha servido para esconder de vez en cuando un verso malogrado para que se geste con la cobija de sus alas. 

Los terribles avances criminales del ejército israelí contra los no menos criminales personajes de Hamas me dejan peor que a un muerto sin su tumba o el nicho de sus cenizas muertas.

No es que tenga nada que ver con los antisemitas o antipalestinos, solamente tengo que ver con los que apoyan el canto del hombre y las sonrisas de un niño cuando este se encuentra protegido de tanto horror, en este caso, son los niños los que mas sufren y los padres de los niños, al no poder protegerse de la lluvia de muerte que cae sobre sus cuerpos.

¿Que nos pasa en este miserable planeta controlado por la ley de los mas fuertes, y por la ley del poder omnipresente del dinero?, que parece que ahora son las ideas, las costumbres diferentes a los otros, siempre los otros reversibles en el instante que se miran ante el espejo de ellos mismos con los otros, siempre iguales como igual mi tristeza por afuera y mi tristeza por las partes mas escondidas de mi cuerpo.

Las utopías no existen, pero tampoco  la esperanza de que esto tienda a dar un giro, una vuelta a la tuerca, solo el graznido de los pájaros negros y la mirada hambrienta de los zopilotes son los que marcan un territorio que es nuestro y despojado desde siempre.

Las mariposas efectivamente se extinguen, y el venado ni se diga, los monos, los lobos, y las guacamayas no se encuentran protegidos contra los depredadores y muchos seres humanos nos extinguimos porque no somos idénticos a los otros. Ni sumisos ante sus palabras de sangre, esas que también existen para contaminar el alma por las tuberías de un cuerpo que parece el prototipo de un civilización avanzada que ensaya un juego planetario donde el hombre tiene que ser fuerte para sobrevivir y la fuerza radica en la maldad, la inconciencia, la ignorancia hacia el hambre y la tristeza de los débiles, alimentados con falsas promesas de profetas igualmente falsos y construidos en laboratorios.

El manifiesto de los que se atreven a no jugar el juego se llama rebeldía, subversión, revertir la regla de algún ser iluminado que intenta conservar su laboratorio.

De acuerdo con Iván, un amigo, en su carta a Dios hace algunos días, o de acuerdo con León Felipe cuando dice:

¿y porqué no hemos de ser la obra de un dios monstruoso  inmisericorde si nosotros estamos hechos de la sustancia monstruosa e inmisericorde también?...
y si la lombriz se traga a la simiente,
La gallina a la lombriz
Y el hombre a la gallina…
¿por qué Dios no se ha de tragar también al hombre?

Por hoy no escribo más, que sea la hoja en blanco la que simbolice mi protesta, que sea el silencio quien cobije el verso malherido, que sea un instante mudo, de mudas reflexiones, para callar tantos brotes de rabia y de dolor cuando Caín y Abel prosiguen en una dialéctica del bueno y del malo en un juego de espejos que refleja al otro su imagen corrompida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

GRACIAS POR TU COMENTARIO