La palabra
es un ladrillo. ¿Me oisteis’ … ¿Me ha oído usted,
Señor Arcipestre?
Un ladrillo
para levantar la torre…y la torre
tiene que
ser alta….alta, alta, alta,
hasta que no
pueda ser mas alta,…
jasta que ya
no entonces no quede un ladrillo solo,
el último
ladrillo…la última palabra,
para
tirársela a dios,
con la
fuerza de la blafesmia o la plegaria
y romperle
la frente… a ver si dentro de su cráneo
está la
luz…o está la nada.
León Felipe.- La palabra
Continúan los días de viento y frío,
tal parece que los hicieron para mi estado de ánimo ya que quedan embonados
como el espejo que distorsiona la imagen y el objeto por atrás de la superficie
líquida del alma, cuando los suspiros en realidad se transforman en lamentos y silbidos
del viento acompañando el follaje desesperado por no poder detenerlo, moviéndose
imbatible ante el crujir de los lamentos.
No es que llore de tristeza por que
el tiempo es mi reflejo, ni me quede pensando en la posible solución de mis
males menores: la melancolía, la tristeza y este puto sentimiento de no estar
en alguna parte, suspendido en el aire como una gaviota deslizándose en el
corredor de los augurios.
Tengo sueño, mi cuerpo se detiene
para bostezar con los pájaros que de vez en cuando llegan al borde de mis pensamientos
a recoger algo de comida que les deposito en la cornisa del silencio, la misma
que me ha servido para esconder de vez en cuando un verso malogrado para que se
geste con la cobija de sus alas.
Los terribles avances criminales del
ejército israelí contra los no menos criminales personajes de Hamas me dejan
peor que a un muerto sin su tumba o el nicho de sus cenizas muertas.
No es que tenga nada que ver con los
antisemitas o antipalestinos, solamente tengo que ver con los que apoyan el
canto del hombre y las sonrisas de un niño cuando este se encuentra protegido
de tanto horror, en este caso, son los niños los que mas sufren y los padres de
los niños, al no poder protegerse de la lluvia de muerte que cae sobre sus
cuerpos.
¿Que nos pasa en este miserable
planeta controlado por la ley de los mas fuertes, y por la ley del poder
omnipresente del dinero?, que parece que ahora son las ideas, las costumbres
diferentes a los otros, siempre los otros reversibles en el instante que se
miran ante el espejo de ellos mismos con los otros, siempre iguales como igual
mi tristeza por afuera y mi tristeza por las partes mas escondidas de mi
cuerpo.
Las utopías no existen, pero
tampoco la esperanza de que esto tienda
a dar un giro, una vuelta a la tuerca, solo el graznido de los pájaros negros y
la mirada hambrienta de los zopilotes son los que marcan un territorio que es
nuestro y despojado desde siempre.
Las mariposas efectivamente se
extinguen, y el venado ni se diga, los monos, los lobos, y las guacamayas no se
encuentran protegidos contra los depredadores y muchos seres humanos nos
extinguimos porque no somos idénticos a los otros. Ni sumisos ante sus palabras
de sangre, esas que también existen para contaminar el alma por las tuberías de
un cuerpo que parece el prototipo de un civilización avanzada que ensaya un
juego planetario donde el hombre tiene que ser fuerte para sobrevivir y la
fuerza radica en la maldad, la inconciencia, la ignorancia hacia el hambre y la
tristeza de los débiles, alimentados con falsas promesas de profetas igualmente
falsos y construidos en laboratorios.
El manifiesto de los que se atreven a
no jugar el juego se llama rebeldía, subversión, revertir la regla de algún ser
iluminado que intenta conservar su laboratorio.
De acuerdo con Iván, un amigo, en su carta a Dios hace algunos días, o de acuerdo con León Felipe cuando dice:
¿y porqué no
hemos de ser la obra de un dios monstruoso
inmisericorde si nosotros estamos hechos de la sustancia monstruosa e
inmisericorde también?...
y si la
lombriz se traga a la simiente,
La gallina a
la lombriz
Y el hombre
a la gallina…
¿por qué
Dios no se ha de tragar también al hombre?
Por hoy no escribo más, que sea la
hoja en blanco la que simbolice mi protesta, que sea el silencio quien cobije
el verso malherido, que sea un instante mudo, de mudas reflexiones, para callar
tantos brotes de rabia y de dolor cuando Caín y Abel prosiguen en una
dialéctica del bueno y del malo en un juego de espejos que refleja al otro su
imagen corrompida.
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