martes, 26 de marzo de 2013

Escribir








Eso lo sé... lo he sabido,
lo sabemos,
somos la catedral de cada uno
donde oficiamos nuestros ritos solitarios en comunión (MHG)

Tengo una necesidad muy fuerte de escribir, cuando estoy en  la lectura de ensayos y poemas sobre lo mismo, pero es verdad: Si lees, escribes y mientras más lees, menos escribes; ahora mismo, con el libro abierto en un poema de Antonio Del Toro, me impide el ansia de la pluma entre mis dedos poder terminar esa lectura.

Si alguien me preguntara para qué escribo, cual es la causa principal de este vicio insostenible que algún día me encontrará con la muerte entre las letras, no sabría que contestarle.

Pudo ser una necesidad que en el momento de nacer a la lectura, se  me fue impuesta la escritura.

Algunos dirán que escriben para dar a conocer sus mundos interiores o los paisajes que sus ojos y su andar han recorrido en el transcurso de sus vidas.

Otros dirán: “Ese es mi oficio, con ello me gano el pan de cada día; soy periodista, guionista, novelista y a veces por contrato, soy escritor parcial de medio día”; pero tampoco creo que esa sea la razón, me he ganado veinte pesos solamente para escribir un texto por encargo y eso es como  un asteroide en un cúmulo de estrellas.

Algunos desean comunicarse con el alma de los “otros” (dicen), construir un puente de luz imaginaria donde el verbo es quien impone el ritmo.

A lo mejor en ocasiones muy contadas así he sentido.

Resulta que el tedio o si prefieren llamarle ocio, vagancia, no hacer nada ni pensar con objetivos, sea la causa principal de esta necesidad de sentarme en un café, leer un rato y después abrir el cuaderno y anotar las tantas cosas que se me vienen a caudales como un río desbordado de su cauce, arrastrando con palabras lo que a su paso encuentre.

El escribir, dicen muchos, es un oficio que requiere de talento,  trabajo y es como todo:
Comenzar en la primaria escribiendo lo que se hizo en vacaciones y después leer a todo el grupo y si se ignoran las burlas, la indiferencia, sentirse satisfecho de haber plasmado con los símbolos,  las acciones y los días que fueron especiales; es el inicio.

Para escribir, es cierto, hay que aprender, pero tampoco eso es importante.
No una vez, tan solo, me he quedado fascinado cuando escucho las historias de un anciano, un hombre con la  carga de los años y los días; hacernos viajar con sus palabras. Esa, es otra forma de leer cuentos, historias, poesía, también es otra forma de escribir.

Para escribir tampoco es cierto que hay que vivir en varias partes o salir para encontrar a  las historias.  Tan es un mito como Rimbaud vivió muy poco y con cincuenta años Monsiváis atraviesa el océano por primera vez por mencionar a dos escritores que más admiro.

Ambas verdades son del mismo lado, leer es la simbiosis, no hay salida a mi pregunta, sin embargo la respuesta es mágica, va más allá de la causa esencial de la pluma o el teclado entre mis dedos.

Yo escribo porque un día me encontré con la poesía, quizá fue la novela quien me condujo  a ella o la poesía misma me condujo a la novela y aparte de ello: los mitos, las leyendas, los fantasmas que las viejas del pueblo nos contaban. Primero fue la abuela (algún día lo escribí) y a la par, las historias de piratas  y otros dioses, de locos viajando hasta la parte mas lejana de planeta para encontrar un vellocino mágico, o pelear con una Hidra, un minotauro, o contestarle a una esfinge su pegunta sobre el destino de ser hombre.

Escribo para pensar que un día pueda sacar de mí todas esas historias que llenaron mi alma como el maíz, el buche de una gallina. Para salvar ciudades inundadas o quemadas y muchas historias de amor que se quedaron agonizando en alguna de ellas. Escribo para que la geografía sea borrada y no aparezcan tantas capitales ni naciones. Escribo porque el ser que habita en mi, se encuentra aprisionado entre murallas, ciudades habitadas, pueblos fantasmas, seres de otros mundos, o de otros tiempos, continentes extinguidos que siguen sepultados en mi cuerpo y porque me percato que también dentro de mí, se encuentran el universo y Dios y el Diablo y todos los ángeles de eso que llamamos cielo, las mujeres más sensuales y amorosas y también los hombres más tristes del planeta.

También escribo porque hay miles de niños dentro de mí que quieren escapar de su destino y muchas culturas diferentes, adorando un sinfín de entidades igualmente diferentes. Escribo para exorcizar dentro de mí los males que le aquejan a la tierra y que si no me hubiera detenido a pensar que están también en mí, tampoco hubiera sido yo este que escribe, sino el reflejo de otro ser que para mi punto de vista en este instante de igual forma escribe.

Escribo por todas las mentiras y todas las verdades que han pasado por mis ojos y son tan parecidas que hay que describir con precisión cada uno de sus símbolos.

Es cierto, por eso escribo, soy una minúscula parte de la vida de igual forma de la muerte, donde  a veces me rescato de otras vidas y muertes que pueblan mis tejidos y mis huesos.

No es querer distinguir que soy único, solamente explicarme que todo esto que soy yo y que me habita, es tan vasto como vasto el infinito son los números, como interpreté a un poeta en su poema: el que es representado por esto que me puebla y son los otros.  Oh paradoja de mis ansias, si no soy yo el que escribe, sino los otros; entonces los otros que conviven en todas las partes de mi cuerpo, soy yo mismo, también el otro.

Finalmente el espejo repetido de una historia dentro de otra y en muchas historias de pueblos que me nacen y me mueren y alguna vez partido en dos no era suficiente Iberia, ni Aztlán, ni el continente negro, ni este continente tan sufrido que me alberga, puede explicarme a mi mismo la extraña, misteriosa, ilógica razón por la cual sigo escribiendo.

Así que solamente escribo porque así soy yo, los otros que somos; así me definí y así vivo, así voy a morir y estoy muriendo en otras vidas y viviendo en otras muertes.

Y así me encontrarán cuando yo no exista; escribiendo para otros los que otros ya han escrito.

2 comentarios:

  1. Tan intenso, tan bello, tan descriptivo... tan TÚ!!! Una mínima respuesta, porque sé que hay mucho más ahí dentro, a lo que hace poco me pregunté. Sigue, mi querido Moyeto, sigue escribiendo para tí, para otros, para todos. B.

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