martes, 8 de septiembre de 2020

Tiempo II






En algún momento me pude percatar que tan lejos el tiempo se encontraba e imaginé que sería de mi por esas lejanías ahora que las distancias se entrecruzan.

La infinitez de lo pequeño me sorprende, no sé si me tomó desprevenido o el viaje fue por otro camino ajeno a mi destino, pero tampoco hay tiempo para poder analizarlo en este otoño atípico de inviernos prematuros y oscuras noches en vigilia.

Hasta hace poco los pájaros me despertaban cantándome al oído y las gaviotas caminaban a mi lado, el recuerdo no me visita.

Ahora cuento los instantes como antes los años y a veces los encierro en recipientes para destaparse en momentos de apuro, “Ábrase en caso necesario”.

Etiqueté un frasco con mis cosas personales y lo guardé en un pequeño maletín donde la nada es lo único que cabe, me han avisado que hay que acomodarla de tal forma que en estos días pueda acostumbrarme a ella.

Porque las despedidas no me gustan, no haré caso y abriré el frasco etiquetado para que al menos los pájaros salgan, porque ellos más que las gaviotas o los gatos siempre me han acompañado.

Cuando llorar limpiaba mi alma y el reír la engrandecía, los pájaros no dejaron de anidarse entre palabras y silencios para empollar al verbo que sin ellos no habría nacido.

A veces el tiempo no importa, aunque siempre es útil tener un recipiente para abrirse en estos casos de apuro.  

Así
los pájaros vuelan.

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