sábado, 2 de noviembre de 2013

Tánatos





A Modesto, Esther, Silvia, Luciano...



Solo estamos prestados por alguna situación que no comprendo
y en este trance de lo que llamamos vida, la gente que queremos
y la gente que de igual forma no queremos, parten hacia un lugar
desconocido y que llamamos muerte a esa  partida pero no sabemos
si el pensamiento, ese proceso que nos hace darnos cuenta de ello
se extingue con el último soplo de aliento por el cuerpo o permanece
en algún sitio en que las palabras ni los números puedan ubicarlo.

Sin embargo, los que seguimos en el viaje, heredamos  sentimientos
de aquellos que partieron y entonces se enredan y crecen o se olvidan
y a su vez los transferimos a los otros y el olvido tiene otros nombres
y como hormigas en un constante devenir de la rutina, el trabajo, el ocio,
continuamos en ese camino de triunfos y derrotas, de pérdidas y logros
sin que tengamos presente que todo lo que podamos hacer ya no es nuestro.

No es cierto que cada camino es un destino y cada destino es personal e irrepetible,
porque lo que llamamos muerte, al final tiene un solo rostro y es el único camino
y también nuestro destino, eso que soy porque me doy cuenta de mi mismo
y pienso que existo, es una trampa delicada que nos atrapa en una membrana
de finales rotundos como la misma muerte, solo venimos a jugar con las palabras
y en un proceso de consciencia para los que tuvimos privilegios y somos artesanos,
nos damos cuenta que escapar del destino es por medio de instantes no medidos

Estamos solos y en esa soledad nos acompañan las otras soledades de nosotros
y el espejo nos inventa y también como el pan se multiplica en la parábola por cientos
por miles de millones de espejos que reflejan los espejos de los otros donde somos reflejados
y en cada rostro, los instantes que se prestan a los otros que no crearon instantes
finalmente es una verdad que el escenario es la contraparte del sueño y de la vida
y aunque cambiemos de rostros o en otros espejos nos reflejemos, la verdadera esencia
es este sentimiento solidario y solitario que nos permite vernos en el otro reflejado,
pero entonces nos da miedo de ser como los otros y buscamos nuestro propio escenario
y nos enredamos en una batalla de muertes cuando estamos vivos para olvidarnos
de que todos somos el mismo en un mundo sin espejos que reflejen el vacío, los huecos
de un espacio que no se puede llenar con los reflejos y es el pensamiento, las manos
los que construyen esos instantes de dicha verdadera para escapar de lo que llamamos muerte
el miedo mismo de ser como los otros y   empezamos a construir muestra muerte diferente
el yo, en sí, es esto que se nutre con la ayuda de los otros y diseña su nacimiento y epitafio.

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