Leticia Herrera
(a Lunalejana)
Me
aparto del suspiro de un astro,
del
raizal del infortunio,
vuelo
hacia esa parte
del
espacio sin forma,
me
adentro en el tiempo de los otros,
centellean
las voces de los hombres pájaros,
Ulises
y Jasón son dos mitos
con el
sextante descompuesto
de
la navegación en cabotaje,
creadores
de leyendas
que construyeron verdades.
No
hay infierno en la calle
donde
los sueños deambulan
como
sonámbulos,
es
la realidad virtual
la
verdadera esencia
el
holograma convertido
en
un circuito de números
repetidos
incesantemente
entre
la nada y el infinito,
en
medio de ello
el
cero punto cinco,
la
mitad,
el
paraíso de los números enteros
la
ausencia de lo imaginario,
la
belleza distorsionada
por
las sombras del ruido
y
las hormigas en bandada
desconcertadas
por lo inevitable,
el
poder de la imaginación
como
instinto de la muerte,
el
infierno despojado
de
su encanto literario
la
desconcertante mañana
a
cinco grados bajo cero
el
planeta Marte
como
símbolo de la soledad,
el
universo entero conjurado
por
los apostatas del diablo
y
dios jugando a los dados
en
el pañuelo de las circunstancias.
La
vida es un accidente
de
una máquina imperfecta,
sangre
y arena son partículas
de
muerte que se cuelan
en
esta fascinante aventura
de
ninguna parte,
quedarse
estático
porque
el tiempo no llegó,
secarse
en el infortunio
de
una dimensión desconocida,
no
ser la cuerda o el filamento
inventados
por el poeta
para
explicar que las matemáticas
no
son perfectas;
el
rescate de la poesía
como
parte sustancial
de
lo que no es,
lo
que fue alguna vez
que
nosotros,
los
que aún estamos,
nos
transformamos en la letra
de
una canción
y
dejó sin aliento
al
que quiso atrapar el infinito;
como
el polvo que se queda
en
la cornisa de la magia,
así
quedaron todos
cuando
la música se fue,
desvanecida
en el vacío,
como
si en realidad se ahogara
con
el soplo de la ausencia
y
las ondas detenidas
en
la palabra y los sonidos
invisibles
para los ojos
cegados
por una luz sorda.
La
vida es un accidente
de
un sistema incomprensible
pero
que puede ser la nada
que
deambula por su vomitada,
al
abortar el espíritu
de
lo que no nos pertenece.
Estamos
dentro de una palabra
que
no tiene significado
solamente
la piedra
que
cae en el vacío,
o en el mar de las sirenas
nuevamente,
así,
hasta la eternidad
del
punto recursivo,
es
decir,
hasta
nunca,
hasta
siempre,
hasta
mas allá
de
lo que no ha sido
ni
será
porque
dicen que el análisis
no
fue inventado por el sistema
ni
es la abstracción
el
fantasma del pensamiento.
La
ausencia es solamente eso,
lo
que se ha tratado de hallar
en
la paradoja de las piedras
y
los símbolos encerrados
dentro
de 32 piezas de un juego
tratando
de vencer a la muerte
con
los cuadros negros
y
rebasar el cuadrado
inscrito
en la circunferencia
en
un mundo elíptico
que
solo existe en el momento
de
no saber que se está dentro de el,
sin
embargo no existe,
aunque
se encuentre ahí,
probando
que somos marionetas,
que
alguna vez fuimos teorema,
la
geometría líquida
la
vida encerrada
en
una caja de cristal,
la
pecera de un inquilino
sin
tiempo;
una
idea que se decanta
para
diluirse en otra oscuridad
sin
la luz,
su
contraparte escondida
en
el mundo del nunca jamás,
nunca
jamás la muerte,
nunca
jamás la vida,
la
nada,
el
infinito,
el
infierno,
la
gloria,
el
paraíso.
Nunca
jamás la victoria de la reina muerta
y
el vasallo convertido en mariposa
ni
el caballo de mar galopando
entre
los guijarros de la ineptitud.
Silencio
escucho
ruidos,
son
los sueños que se acercan
es
la hora de ser real,
verdadero,
existimos
entonces
en
boca de los otros,
sin
hablar el mismo idioma,
esperamos
lo que no llegará
con
la esperanza que sucumbe,
agoniza
y nunca aparece,
estamos
solos
solo
eso.
septiembre 2009
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