sábado, 2 de noviembre de 2013

Solo eso

                                                                                        Leticia Herrera

                                                                                              (a Lunalejana)





Me aparto del suspiro de un astro,
del raizal del infortunio,
vuelo hacia esa parte
del espacio sin forma,
me adentro en el tiempo de los otros,
centellean las voces de los hombres pájaros,
Ulises y Jasón son dos mitos 
con el sextante descompuesto
de la navegación en cabotaje,
creadores de leyendas 
que construyeron verdades.

No hay infierno en la calle
donde los sueños deambulan
como sonámbulos,
es la realidad virtual
la verdadera esencia
el holograma convertido
en un circuito de números
repetidos incesantemente
entre la nada y el infinito,
en medio de ello
el cero punto cinco,
la mitad,
el paraíso de los números enteros
la ausencia de lo imaginario,
la belleza distorsionada
por las sombras del ruido
y las hormigas en bandada
desconcertadas por lo inevitable,
el poder de la imaginación
como instinto de la muerte,
el infierno despojado
de su encanto literario
la desconcertante mañana
a cinco grados bajo cero
el planeta Marte
como símbolo de la soledad,
el universo entero conjurado
por los apostatas del diablo
y dios jugando a los dados
en el pañuelo de las circunstancias.

La vida es un accidente
de una máquina imperfecta,
sangre y arena son partículas
de muerte que se cuelan
en esta fascinante aventura
de ninguna parte,
quedarse estático
porque el tiempo no llegó,
secarse en el infortunio
de una dimensión desconocida,
no ser la cuerda o el filamento
inventados por el poeta
para explicar que las matemáticas
no son perfectas;
el rescate de la poesía
como parte sustancial
de lo que no es,
lo que fue alguna vez
que nosotros,
los que aún estamos,
nos transformamos en la letra
de una canción  
y dejó sin aliento
al que quiso atrapar el infinito;

como el polvo que se queda
en la cornisa de la magia,
así quedaron todos
cuando la música se fue,  
desvanecida en el vacío,
como si en realidad se ahogara
con el soplo de la ausencia
y las ondas detenidas
en la palabra y los sonidos
invisibles para los ojos
cegados por una luz sorda.

La vida es un accidente
de un sistema incomprensible
pero que puede ser la nada
que deambula por su vomitada,
al abortar  el espíritu
de lo que no nos pertenece.

Estamos dentro de una palabra
que no tiene significado
solamente la piedra
que cae en el vacío,
o en el  mar de las sirenas
nuevamente,
así, 
hasta la eternidad
del punto recursivo,
es decir,
hasta nunca,
hasta siempre,
hasta mas allá
de lo que no ha sido
ni será
porque dicen que el análisis
no fue inventado por el sistema
ni es la abstracción  
el fantasma del pensamiento.

La ausencia es solamente eso,
lo que se ha tratado de hallar
en la paradoja de las piedras
y los símbolos encerrados
dentro de 32 piezas de un juego
tratando de vencer a la muerte
con los cuadros negros
y rebasar el cuadrado
inscrito en la circunferencia
en un mundo elíptico
que solo existe en el momento
de no saber que se está dentro de el,
sin embargo no existe,
aunque se encuentre ahí,
probando que somos marionetas, 
que alguna vez fuimos teorema,
la geometría líquida
la vida encerrada
en una caja de cristal,
la pecera de un inquilino
sin tiempo;
una idea que se decanta
para diluirse en otra oscuridad
sin la luz,
su contraparte escondida
en el mundo del nunca jamás,
nunca jamás la muerte,
nunca jamás la vida,
la nada,
el infinito,
el infierno,
la gloria,
el paraíso.
                                       
Nunca jamás la victoria de la reina muerta
y el vasallo convertido en mariposa
ni el caballo de mar galopando
entre los guijarros de la ineptitud.

Silencio
escucho ruidos,
son los sueños que se acercan
es la hora de ser real,
verdadero,
existimos entonces
en boca de los otros,
sin hablar el mismo idioma,
esperamos lo que no llegará
con la esperanza que sucumbe,
agoniza y nunca aparece,
estamos solos
solo eso.


septiembre 2009


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