martes, 20 de noviembre de 2012

Gaza


 Difícilmente se requiere más de un día en Gaza para apreciar lo que debe ser 
tratar de sobrevivir en la prisión al aire libre más grande del mundo.   Noam  Chomsky         
                  



Amargo como el café mis pensamientos hacia un pueblo dividido
por la feroz y aterradora preservación de la impotencia, hostilidad
que se confunde con defensa de un criterio milenario igualmente
despreciado por tanto horror que en los tiempos de existencia
han venido pagando el crimen supuesto de un Dios asesinado
y de igual forma en la otra parte de la historia, mil masacres
igualmente perpetuadas hacia el rito de la sangre incomprendida
a los hermanos de un solo dios en doce tribus paralelas y enemigas.

Abraham no es el culpable de la herencia arrebatada de un hijo egipcio
ni tampoco los otros doce hermanos peleando como fieras contra hermanos;
ahora que sigue, me pregunto, una franja mil veces dividida y fragmentada
muchos vecinos al borde de la muerte y las lágrimas de sal en sus heridas
otros con miedo justificando con su voto y su dinero la tranquilidad en vida
al poder pagar la gasolina y perforar el cielo con el humo de sus fábricas,
los supuestos beneficios de la ciencia al transformarse en progreso fragmentado.
Solo les dejan a los pobres la ignorancia, el fanatismo al defender con lunas
y estrellas, la dignidad robada y la tierra usurpada por los caballeros de la banca.
A los amantes del dinero engatusar con el becerro de oro a los otros hijos 
de Jehová, Dios y Alá, la trilogía perfecta en un triángulo roto.

Aperturas del miedo en los vértices del fuego, tierra y arena sin vergel o cedros
es la misma historia de los hombres que se refleja en un millón de espejos,
tierras abonadas por el capataz del miedo, asesinos de la indiferencia;
criminales de corbata realizando fraudes en pirámide y justificando a los chacales,
a la industria de la guerra para que se den en la madre los desposeídos de la carne;
espirituales reflexiones de que el mundo está escrito en un libro sagrado 
donde Huitzilopochtli parece una paloma blanca de la paz entre guerreros sanguinarios.

 Solo la presión de la palabra que es fecundada  por la nada, y parida en el silencio
  podrá detener en parte a los señores de la guerra, antes víctimas del odio 
 de la raza, ahora justicieros de Isaías e Ismael, hundidos 
 en una cábala   incomprendida, paradojas cuando en otros tiempos 
fueron víctimas del miedo.

Es mi pueblo de igual forma un conjunto de retales sin reflejos en el prisma 
de la tierra, indios sin dioses rescatables, ahora reliquias de museo 
para un occidente sin pasado.
Cuatro momentos que, en el crisol del tiempo, han sido trabajados 
en otros continentes, solo en Europa, con Platón y Cicerón en parte 
y con la ciencia, sirvió para matar en masa; como esquirlas de granada 
pulverizando islas y conciencias en el calor del átomo, 
liberación de otras razones que la ciencia ignora y tiene resonancias 
en las dunas de Mahoma, o en los terribles descontentos de otros ignorantes de la luna.

Solo la palabra vomitada por los pájaros que anuncian la llegada de la muerte
es la que suele pronunciarse en este desierto de la vida, camposanto de la fe
tierra sepultando la esperanza y niños mutilados en ambos lados, defendiendo
una porción de paraísos infernales, donde la miel es el vinagre de los cerdos
y la leche solo es recuerdo en un lejano edificio enterrado por el polvo.

¿Paz?
La derecha justiciera o la izquierda vengadora, los ángeles del cielo y del infierno,
los hijos de David y de Mahoma; los apóstoles, doce siempre como doce meses 
tiene el año y en cada ellos una semana santa y otra del diablo.

¿Hay que borrar el calendario y comenzar a contar desde el futuro?

 mejor dicho:

¿Hay que esperar que la soberbia, antes pecado capital, se desarrolle más?
Y como borregos desquiciados hacia el precipicio en el mar del descontento,
nosotros, los seres humanos como especie, nos hayamos extinguido
y así empezar en serio como dice la poesía, ¿de la Nada?









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