jueves, 22 de noviembre de 2012

Los otros inquilinos





Para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia.  
Piedra de Sol.- Octavio Paz


Tengo nuevos inquilinos en la casa,

han regresado después de medio siglo,
me di  cuenta de ellos mientras fumaba,
durante un largo insomnio me  permitió reflexionar 
durante un buen tiempo lo que ha sucedido 
por estos días en Gaza.

Salí del cuarto, abrí las ventanas de la sala
escuché voces en plena  madrugada
y recordé que al día siguiente no se trabaja
y algunos vecinos lo  aprovechan
para extender la convivencia,
yo agregaría:  la sensación de vida
al asociarla con estas reflexiones,
lo que sucede en Gaza, los inquilinos,
mi insomnio, el humo,  mis pulmones,
los libros que habitan mi librero y mi viaje.

Me acordé de una poesía de Juan Gelman
que narra y se imagina lo que hacen los vecinos
cuando se asomaba por sus mundos
detrás de sus ventanas y por ese poema
Llegó a mi mente el concepto del amor
y el coraje de sentirlo,
entonces volví a comprender
los dos bordes del vació que plasmé
al escribir “Cuando la luz se ausenta”.

Quizá el insomnio se debía por mi próxima partida.
Después de unas horas de efímera presencia
al da siguiente dejaba estas paredes
y lo que habita  en ellas,
sobre todo a los seres que amo
y reclaman mi vigilia  sin pedirla.

Pienso en la muerte de esa forma que no es
la parte natural de la existencia
y recreo el miedo a no poder reconocer
que el otro, tiene el mismo derecho
a defender sus sueños.

Un dolor sin vida aprisiona mi esternón
y es que me doy cuenta que sin el otro,
no existimos.

Ahora, estos nuevos inquilinos, los ratones,
me recuerdan que no es necesario aniquilar
a los que no piensan o sienten parecido
a los que habitamos en casa
desde hace muchos años;
Así, por causa de distintos reflejos
de los otros,
fragmentos que difractan el miedo y el rencor,
no sabemos convivir con seres diferentes a nosotros,
solo es miedo a vivir
y en lo mas profundo del dolor:
El infinito miedo  de ser
el mismo ser que se refleja en otro
y tan solo es un cristal de la ventana
que distorsiona en ocasiones
la esencia de lo que es vida
y nos regresa una imagen diferente
que nos espanta…
porque es la imagen de nosotros mismos.




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