Alineo mi energía a un punto
imaginario
donde
mis pensamientos se dirigen,
no
es un punto de amor,
ni
un lugar paradisíaco,
solo
es un punto que atrae mi luz cuando hacia el viaja
no
es un lugar real por donde fluya el tiempo,
éste
se rompe en una vasija sin contorno;
pero
ahí, en ese punto imaginario,
se
encuentra el innombrable,
el
que es conocedor profundo
de
todas las cosas que suceden
en
el devenir del universo,
el
que mira sin ver y no se queda detenido,
el
que es dueño y creador de eso que llamamos nada
y
que de ese punto de luz sin resplandor,
espacio,
materia, o palabra que decante.
emerge
lo que percibimos con el alma
o
con los ojos del cerebro
y
la razón,
aquello
que Tomás el santo
tenía
que ver para creer.
He gastado miles de palabras
para
encontrar la metáfora perfecta,
al
menos aquella que pueda interpretar
el
susurro de luz negra
o
un murmullo de luz blanca,
ambas
nos definen en torrentes
en
estas reflexiones del sentir,
que
mi pensar es relativo
y
que la nada existe
como
existe la materia
pero
también desaparece.
Me olvido por instantes
de
este crujir de espíritu
y
salgo de lo que llamamos día,
supervivencia
cotidiana,
aconteceres
en la vuelta por sí misma
de
la tierra,
unidad
del círculo,
Pi,
número ancestral y mágico.
Pero así como el Zen indica
que
para entender que el momento
siempre
ha estado con nosotros
hay
que olvidarse del momento,
así
la tierra, y todo lo que bulle
de
la vida y de la muerte
donde
son olvidadas mis plegarias
y
el lamento surge repentino.
Ya
no soy yo, el que pide una respuesta
sino
el hombre,
el
colibrí sin flor,
la
gaviota atrapada en un polímero,
el
niño retratado con una carabina
en
una fila de soldados de la muerte,
las
focas blancas recién nacidas
en
el lumen prodigioso de la nieve
para
ser depositadas en el río enrojecido
de
crímenes siniestros,
la
mariposa que bate sus alas
sin
ese ritmo alegre de hace algunos años
o
la chicharra, abejorro de mis tierras
con
un canto de amor ahogado
por
el rugido del sol no tan lejano.
No solo es el niño que porta un arma
para
placer de sus maestros,
también
es aquél que en una imagen desfallece
ante
la mirada siniestra de los buitres.
O el que se enferma mortalmente
al
tomar de un charco de agua
que
se encuentra repleta de desechos
para
que otros la desperdicien en una alberca
y
botellas de agua pura para el sediento,
computadoras
para llenar con el silencio
la
soledad indiferente de una sociedad robotizada.
Siempre hay playas de lujo y hamacas
finas
para
ese tipo de viajeros
espacios
resguardados para los privilegiados
mientras
el mundo se muere
con
otra luz en el cielo perforado
y
se cuela en sus pecados,
porque
pecar es quebrar a la armonía
y
eso es lo que el hombre como especie ha realizado,
no
solamente la bestia sanguinaria de si misma,
sino
matar a cuanto ser viviente se encuentre en ese estado.
hoy
dirijo mi energía hacia la luz
de
un punto imaginario,
donde
mis pensamientos se polarizan
y
sin embargo la intención de pedir por mis miserias,
afortunadamente
se olvidaron.
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