entonces ¿quienes somos los que somos
si no es lo que somos
que sin ser no somos nada?
No puedo sustraerme de tu encanto, me tienes atrapado
en medio de dos corrientes de agua en esencia diferentes
ambas son anáforas, sinónimas, parónimas, contrarias,
hermanas, rivales, sacerdotisas de la vida y de la muerte;
a veces parecen enemigas y otras por su origen incestuosas,
una baña el árbol que me brinda un manto protector
seductor y cristalino, la otra abre su boca siempre inmensa
y se empacha con su imagen por la esquina de mi casa.
Eres el mar embravecido, la calma necesaria en la tormenta,
el faro inservible en una noche brumosa y sin estrellas, pero
también la música de pájaros, luz que se cuela en mi ventana
tardes de abril sin prisas, la mirada serena y fija en la montaña.
Sin ti el tiempo entre una jugada de ajedrez es el rey muerto
pero también sin ti la reina es la señora pintora de los cuadros
la albacea de herencias sin fortuna en una mañana desolada,
pintura sin óleo, un jardín sin crisantemos y vacío sin eco transparente.
En ocasiones voz solitaria sin orquesta, canción sin armonía,
a veces lince, pantera o loba protegiendo a sus cachorros de la hiena;
si no es lo que somos
que sin ser no somos nada?
No puedo sustraerme de tu encanto, me tienes atrapado
en medio de dos corrientes de agua en esencia diferentes
ambas son anáforas, sinónimas, parónimas, contrarias,
hermanas, rivales, sacerdotisas de la vida y de la muerte;
a veces parecen enemigas y otras por su origen incestuosas,
una baña el árbol que me brinda un manto protector
seductor y cristalino, la otra abre su boca siempre inmensa
y se empacha con su imagen por la esquina de mi casa.
Eres el mar embravecido, la calma necesaria en la tormenta,
el faro inservible en una noche brumosa y sin estrellas, pero
también la música de pájaros, luz que se cuela en mi ventana
tardes de abril sin prisas, la mirada serena y fija en la montaña.
Sin ti el tiempo entre una jugada de ajedrez es el rey muerto
pero también sin ti la reina es la señora pintora de los cuadros
la albacea de herencias sin fortuna en una mañana desolada,
pintura sin óleo, un jardín sin crisantemos y vacío sin eco transparente.
En ocasiones voz solitaria sin orquesta, canción sin armonía,
a veces lince, pantera o loba protegiendo a sus cachorros de la hiena;
la selva negra, el momento anterior al sacrificio, la antesala de la vida aprisionada.
Pero contigo, el mar verde y azul de las 6 de la mañana, red que vence a las gaviotas
y los peces, pescador de sueños, coral arrepentido de agua dulce y huellas
dejadas por el sol en las arenas de la playa mientras mis sentimientos flotan.
No puedo abstenerme de tus reglas construidas en la nada
la conciencia sin verbo, la ausencia de palabras, la ausencia
de todo lo que pueda percibir o imaginar el pensamiento,
necesarias para poder acechar al hacedor de nuestro tiempo.
No quiero que seas mujer, amante, adverbio o adjetivo
no quiero mezclar las recetas que conjuran al misterio y
lo hacen regresar desde atrás para llegar a ese instante en
que la pluma o la máquina, al fin y al cabo dos cosas parecidas,
resuelvan la pugna entre lo que es verso a secas y poesía.
Vuelvo mis pasos a las canciones que escuché en otro poema
con otras voces ahora que no me dicen nada y sin embargo
pueden decirme lo que busco: el encuentro de mi yo perdido
entre tantas caminatas acompañado por el sonido en el vacío.
No puedo desprenderme de tu espera y salgo a tu búsqueda
con un par de cuencas, una bocanada de humo, papel y lápiz
la mirada difractada en el vidrio de la historia, amores idos
ilusiones escondidas en los caminos recorridos del silencio.
Sigo mis pensamientos que se refugian en el diccionario
ellos quieren encontrar la palabra que lo diga todo como
alguna vez fue el Verbo y otras veces el espejo, el sentimiento
desolado, la muerte, los fantasmas, el cuerpo fragmentado,
las frases congeladas como la rabia, el destino, la soledad,
el mismo tiempo.
Llevo a cuestas un proceso estéril al tratar de cocinar
nuevas palabras, saco algunas de mi viejo portafolios
construido por el viento, quiero coser una frase hecha
con otra ya desecha, la intersección o un conector diferente
a las vocales permutadas, el dedal, el horno a cuatrocientos grados,
los botones del placer, el ojal y el cierre, hilvanados
al cristal de las ideas de la misma forma que el camello
pasa por el ojo trasparente del misterio.
Pongo punto y aparte en este momento en que te busco
y te encuentro, te acepto y te rechazo y sin embargo estoy
de nuevo en la conjura del sol de las 11 de la noche, repitiendo
las mismas frases, narrando el cuento de una forma parecida
sin pensar que esto puede volverse diferente, el cansancio
y los párpados cerrados, el ron, el viaje, el cigarro, las reumas
que de un tiempo acá le aquejan a mi mente y sin poder contar
con esa yerba milagrosa que aligera las neuralgias y las penas.
No puedo abstenerme de tus reglas construidas en la nada
la conciencia sin verbo, la ausencia de palabras, la ausencia
de todo lo que pueda percibir o imaginar el pensamiento,
necesarias para poder acechar al hacedor de nuestro tiempo.
No quiero que seas mujer, amante, adverbio o adjetivo
no quiero mezclar las recetas que conjuran al misterio y
lo hacen regresar desde atrás para llegar a ese instante en
que la pluma o la máquina, al fin y al cabo dos cosas parecidas,
resuelvan la pugna entre lo que es verso a secas y poesía.
Vuelvo mis pasos a las canciones que escuché en otro poema
con otras voces ahora que no me dicen nada y sin embargo
pueden decirme lo que busco: el encuentro de mi yo perdido
entre tantas caminatas acompañado por el sonido en el vacío.
No puedo desprenderme de tu espera y salgo a tu búsqueda
con un par de cuencas, una bocanada de humo, papel y lápiz
la mirada difractada en el vidrio de la historia, amores idos
ilusiones escondidas en los caminos recorridos del silencio.
Sigo mis pensamientos que se refugian en el diccionario
ellos quieren encontrar la palabra que lo diga todo como
alguna vez fue el Verbo y otras veces el espejo, el sentimiento
desolado, la muerte, los fantasmas, el cuerpo fragmentado,
las frases congeladas como la rabia, el destino, la soledad,
el mismo tiempo.
Llevo a cuestas un proceso estéril al tratar de cocinar
nuevas palabras, saco algunas de mi viejo portafolios
construido por el viento, quiero coser una frase hecha
con otra ya desecha, la intersección o un conector diferente
a las vocales permutadas, el dedal, el horno a cuatrocientos grados,
los botones del placer, el ojal y el cierre, hilvanados
al cristal de las ideas de la misma forma que el camello
pasa por el ojo trasparente del misterio.
Pongo punto y aparte en este momento en que te busco
y te encuentro, te acepto y te rechazo y sin embargo estoy
de nuevo en la conjura del sol de las 11 de la noche, repitiendo
las mismas frases, narrando el cuento de una forma parecida
sin pensar que esto puede volverse diferente, el cansancio
y los párpados cerrados, el ron, el viaje, el cigarro, las reumas
que de un tiempo acá le aquejan a mi mente y sin poder contar
con esa yerba milagrosa que aligera las neuralgias y las penas.
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