Ya no tengo grabado tu rostro en mi memoria
tus recuerdos los ha
borrado
el sonido de la lluvia
Entre bulevares y coloridos framboyanes
de tarde en tarde el verso se asomaba
mientras esperaba nuestro encuentro,
tu llegada en la estación de primaveras
por esos verdes días que ya no existen.
.
Realizaba el inventario de aquellos años
en un viejo cuaderno de hojas amarillas,
deletreaba las palabras, letra a letra,
que nacían del hueco de mis manos
para escribir las geografías descubiertas
en cada uno de los besos por tu cuerpo,
como trino de turpiales
rumorosos
agua de lluvia y rojas mariposas
sobre tus labios de veranos cálidos.
Las margaritas, al centro de la mesa,
en un florero improvisado de silencios
también esperaban tu regreso,
cuando el almanaque pegado en la cocina
con imágenes de divas y actores mexicanos,
de aquellos años del cine blanco y negro,
no estaba marcado con las lunas del otoño.
Eran los tiempos que aprendíamos
a construir un nuevo
abecedario
con las palabras manchadas de café,
colgadas en el techo como lámparas,
con otras frases que pegaban
los amigos
por esas visitas inesperadas y frecuentes
a ese recinto construido por la magia.
No sé si alguna vez
nosotros,
cuando solamente éramos verbo
en predicado de pronombres enlazados,
pertenecíamos a la misma ciudad
de gramáticas rebeldes y amorosas,
metrópoli de catedrales y de espejos,
que reflejaban tu mirada en cada esquina
donde mis pensamientos te encontraban.
Ahora en este recuento de recuerdos
tampoco sé si alguna
vez fuiste paloma,
durazno y pan entre mis labios,
estrella de mar, gaviota, caracola.
porque se ha borrado tu
nombre
en sus largas y entrañables
avenidas.
Por estos días deambulo en ellas
sin esa algarabía de pájaros
haciendo nidos por tu boca,
perdido en sus desiertas
calles
con una rutina insoportable
de sepulcro y viejos huesos
en este universo que me habita,
en este universo que me habita,
donde solamente los fantasmas me visitan.
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