martes, 25 de junio de 2013

Sentimientos menguantes




Río Coatzacoalcos en Minatitlán, Ver. (fotógrafo desconocido)



A veces me siento cañada,
pasos en  trecho de espejo
hecho añicos por los años,
olvidado  a la mitad del cielo
y en  la garganta  otra mitad
de sus reflejos fragmentados.
Otras veces me siento dividido,
entre silencio a cuatro partes
donde una parte de mi ser
me recorre  en   sueños
cada mañana que despierto.

                                                                                                
Hay  oquedades,  hendiduras
rendijas de este cuerpo desgajado
que solo a ti te pertenecen.
La otra parte  se asemeja a un relato
de ciudades y fantásticos lugares,
es un rincón donde me pierdo solo, 
refugio de fantasmas y de duendes,
escondite agazapado con la luna
y el silencio compartido  por la noche
con sus saberes y magia fascinantes.

En el tercer menguante
con duración de un respiro,
hay porciones  de mar,
un pájaro perdido
y un reloj sin calendario
en la bolsa de mi saco
donde  los llevo conmigo
junto a un cachito de luz                                               
atrapado por  un  verso.

En otro lado del camino,
cuarto menguante
en mil historias,
mundos oscuros,
erotismos aprendidos,
seres luminosos,
soles nocturnos
al acecho de las  sombras,
senderos diurnos,
caleidoscopios,
geometrías sexuales,
ecuaciones amorosas
y mi Yo extraviado
en algún sueño.

Conocimiento nuevo a ratos,
lenguajes  del Nahual, el brujo
con todos sus conjuros,
coyote, piedra de lumbre
desatino de estrella
incrustada entre mis huesos
donde el amor es hechizo solitario.

Un reflejo de otro espejo
que no es mío,
ni del cristal que pulverizo
para el polvo de mi viaje
a ese final sin rumbo ni pasaje,
es nacimiento del mañana
en este presente compartido,
pleonasmo de árbol y manzanas,
sonrisa de alba, cometa,
parto dulce en madrugada,
ninfa y hada el ser prestado.

En algún pasillo elíptico,
el mas importante de todas
mis sensaciones trashumantes...
Soy grito roto cuando el poema
sale y dialoga  con los otros
en este ciclo de  relojes muertos
donde  cada porción de tiempo
es caminar de péndulo cautivo
en gajos  de luna y de silencios
sueño de espejo reflejado
en otro espejo en medio
de todo el  pensamiento
que se piensa en otro
y así hasta llegar al punto
donde se genera  el verbo,
eso que llamamos Dios
la Nada y Todo.
 

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