sábado, 8 de junio de 2013

Divagaciones II


I

No quiero plantearme nada que sea una condición de permanencias; no quiero ser el que finalmente, despoblado, ante el abandono  indiferente del tiempo,  deserte a sus recuerdos. Tampoco creo que el amor sea una especie de mapa adherido a mi cuerpo marcado por las estaciones  de la vida. No es que sea viejo para ello, solo el verano en su final me anunció que la existencia en su pensar, es algo mas que sexo y fantasía, algo mas que bodas, nacimientos, travesías, desembarcos, abandonos y partidas.

Es la reflexión  la que nos llena constantemente de preguntas y nos invita a viajar por otros mundos en que muchas veces el vació entre ellos se confunde con aquellas que no encuentran respuestas.

Quiero pensar de igual forma, que en dos estaciones, dos paradas antes de la muerte, ese destino que irremediablemente a todos nos alcanza, no es un final rotundo, si no una parte crucial de la existencia, la introspección, el retroceso, el punto en que el inicio se pierde en la respuesta de la nada,  la metáfora que también se escabulle en el silencio.




II

No me salva el amor para morirme, ni el verso que reclama por tus besos, ni aquellos momentos locos de esperanza; no me salva el tiempo ni tu silencio o la resignación de la paciencia. Me salva el recorrido, el camino hacia ninguna parte. Dejé de ser Ulises buscando Ítaca para dormir en los brazos de Penélope, pero sigo siendo el Ulises de Circe la hechicera, el cíclope de nadie, el que no se deja atrapar por las sirenas.

Sigo siendo un albañil para tapar el orificio por donde se cuela el universo, un oficiante de las letras y las cábalas, los pasos sin pensar al infinito en los momentos que se inicia el rito, un artesano de cometas y poemas que intentan descifrar las mismas cosas y al final, un costurero, un sastre, y en ocasiones especiales, el hacedor de sonajas con ruidos de la nada.

Espero ser el viejo que sigue siendo niño cuando juega con esas cosas que los grandes siguen jugando a que son serias; saber que el poder es un pedazo roto de mi cuerpo, es ir desnudo al mismo punto en que salí desnudo, enfrentarme con valor a mis fantasmas, mojarlos, desprenderme de ellos, convertirme en ellos.

Es por eso que no quiero permanencias, soy alguien que camina y pretendo deshacerme en cada uno de mis  pasos de todas mis ausencias y presencias.

Hay muchos artificios para ahuyentar al pájaro nocturno: criaturas, duendes, hadas, gnomos, elfos y un sinfín de cuentos mágicos,  travesías de soledades compartiendo sus temores, aunque al final todas son una al intentar engañar a sus imágenes; al final no es tu presencia, ni tu ausencia, ni esos juegos de verano y primavera, al final no es la muerte en si la que nos gana, sino la vida.


Al final, solo el espejo refleja el sonido de la nada

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