miércoles, 23 de enero de 2013

Pétalos de tiempo


                   La persistencia de la memoria Salvador Dalí




No cambiaría jamás
este universo informal
donde crecen las semillas de lo absurdo y lo genial,
donde el hierro se retuerce y se convierte en lo esencial. (Nacha Pop)




A Zaraceno y Viajero:
cronopios



I

Pasan los días 
y como algún título de memorias vivas,
también pasan los años
con todos los sucesos arrastrados al último vagón
y las leyendas se incrustan en las sombras del recuerdo
por las  estaciones de un ferrocarril sin destino,
como un lento transcurrir
en que  los relojes mojados,
son elipses dobladas por extraños sentimientos
sillas de montar para un corcel de cactus
en un desierto mágico donde las flores son de piedra
bañadas  por una fina lluvia de tiempo, nacida de la luna.

Los pétalos son borrados por el lento acontecer
en el largo engranaje de la historia
donde  cada vuelta de tuerca es devorada.

II


En este paréntesis de pájaros inmóviles,
donde las  palabras son ahogadas
por el color profundo del silencio
en el lago de los sueños;
una niña juega con un aeroplano y una estrella,
en una casa de agua encantada de un país lejano.

En el momento que un hombre 
espera el tren de las cinco de la tarde,
una gaviota encendida con las llamas del futuro,
eleva sus plegarias al azul profundo del alba,
sus alas despliegan la esperanza 
de arribar a un puerto sin aduanas.


III

En las calles empedradas de memorias rotas,
calzadas que conectan el sentimiento colectivo del pasado,
redes perforadas del desatino conquistado,
caserío abandonado,
pueblo fantasma en que el ayer tenía un destino,
ahora un libro inédito,
leyenda extraviada en un mundo de acertijos.

En las catedrales de arena
construidas en la mitad del mundo,
el soy,
el eres,
son polvo en la oración del infinito
recuerdo sepultado en el arco del olvido. 

En esta iglesia abandonada,
brotan crisantemos pétreos
y en el centro,
la madera nazarena,
cedro de Líbano,
ahuehuete perfumado,
altar de ceibas amazónicas,
el polvo pronunciado
de lo que algún día seremos,
reloj de arena,
paso del tiempo de un cristal a otro,
duelo de espejos,
las dos caras de este accidente afortunado,
imagen y objeto frente a frente,
misterio y soledad,
carnaval y cofradía
en ceniza dibujada,
hola y adiós en el abrazo de la muerte,
hojas arrancadas en el libro del destino,
collar de símbolos que el pensamiento teje
razones sin razón en este viaje solitario.

Pero sabemos que no es polvo en travesía,
sino el regreso al lago mágico,
la placenta líquida,
Stabat Mater
amada,
tu vientre iglesia de agua
jardín de dátiles y acacias.

A lo lejos una niña juega con estrellas
y un aeroplano
y un hombre sin equipaje,
espera el tren de las cinco de la tarde
que atraviesa el lago mágico de sueños;
del agua viene y  a ella torna
dulce placenta,
útero cósmico,
madre universal.
Ella lo espera
siempre,
deshojando los pétalos del tiempo.

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