En esta vaga vainilla de tabaco que hoy me mancha los
dedos se despierta la noche en que tuviste tu primera, tu última pena. Cierro
los ojos y aspiro en el pasado ese perfume de tu carne más secreta, quisiera no
abrirlos a este ahora donde leo y fumo y todavía creo estar viviendo.
Con música de fondo
de jazz ( Boulevard of broken dreams) , leí por primera vez y después de 15 años, a mi compañera, el poema que me
dejó impactado hasta este momento en que por fin y gracias a la “red” pude
tener de nuevo entre mis manos… leerlo, apapacharlo, saborearlo, reconocerlo y
sentirme otra vez yo, porque después de una búsqueda larga, de preguntar a los
amigos que edición tenían de Último Round y al no contar con la edición que
contenía el poema, me desilusionaba…
Pero comenzaré por
el principio: en mis lejanos 17 años a la par que Ulises y yo reanudábamos una
amistad interrumpida por la distancia durante largo tiempo, nos habíamos dado
cuenta que algunos gustos en común se
habían conservado y no nada más era el amor
por el fútbol o el tochito, sino que la lectura nos había hermanado de otra
forma, a el le debo esa primera lectura del fragmento de Piedra de Sol (está
cumpliendo mas de 50 años desde su
primera aparición) en la edición de Cuadernos Americanos, y la lectura de ese
poema que nos abriría la puerta a otros universos y muchos despertares en ese
juego esencial de la vida que es arbitrado por Eros, hasta la fecha protector y
parte fundamental de este engranaje en el que nos encontramos.
Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de esa
geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas
temblorosos…
Después de varios días
de haber leído Piedra de Sol en esa parte que inicia… “Frente a la tarde de
salitre y piedra…”, coincidí nuevamente
en la biblioteca de su padre hojeando el libro Último Round de Julio Cortázar,
con un formato cuasi de revista, ya que había notas periodísticas, cuentos,
crónicas de viajes, poemas, etc.; mis
ojos se detuvieron en esa hoja que comenzaba con el título mas provocativo que
mis sentidos y mi imaginación, sobre todo, pudieron experimentar y esa
incipiente escalada de mi erotismo en el que siempre ha estado enriqueciéndose
con las palabras.
No se cuantas veces
leí (leímos) el poema pero fue una de
las entradas mas espectaculares que pudimos haber tenido con la literatura
erótica, y que nos provocó (junto con el Poema total de Piedra de Sol) el compartir
libros, intentar poemas y dialogar sobre la poesía misma.
El poema, escrito en
prosa, nos dejó marcados para siempre y a mi, aparte, una deuda pendiente con
Eros, que desde entonces no la he podido pagar como yo quisiera. Me imaginaba a las mujeres que no habían
llegado del todo y esas noches de amor, de goce y cachondería, de exquisitez de
la misma sexualidad y el erotismo por medio de las metáforas que se desbordaban
como un río por las páginas del libro.
Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía
—sábelo, allí donde estés— es el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu
espigada noche, a la ráfaga de tu más profunda piel.
La imaginación
cobró frutos en mi propia dialéctica amorosa, y a través de los viajes a otros
libros, otros poemas y otros ensayos, siempre regresaba al puerto de Tu más
profunda piel… Fue el punto de partida para leer a Ortega y Gasset en su ensayo
sobre el amor, a Platón, André Maurois y
Octavio Paz, entre otros, hasta llegar al capítulo 7 de Rayuela en que
Cortázar de nuevo se me rebelaba como el gran chamán, iniciador de mis
aprendizajes eróticos en la poesía y aparte constructor de personajes
fantásticos, cuentista insuperable, hacedor de cronopios y otras cosas mas…
(Me miras, de cerca me miras, cada vez más de
cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos
se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran,
respirando confundidos…)
Por ese puerto
tantas veces desembarcado y otras tantas partido y siempre con el deseo de
regresar a el; los besos me sabían diferentes, el roce de la piel con la piel
de mis primeros amoríos me provocarían sentir cómo un caudal de pájaros y
mariposas chocaban al salir de nuestras bocas, me enamoraría del amor a ellas y
del mismo gozo de sentir, hablar, decir nada en el silencio, y seguir
acariciando…temblar de emoción y volver a leer mi poema favorito después de
haberle robado un beso a mi novia en el
portal oscuro de su casa o en ese rincón
rico del cine en que nuestras manos sudadas se peleaban por entrar en ellas y así
tocarse interminablemente para trasmitirnos todo lo que en esos momentos de
espera, de pudor y de una moral caduca, no rebasada, nos dejaría temblorosos,
ansiosos del próximo encuentro, con deseos de estar mas y mas juntos hasta convertirnos
en un ser andrógino con 8 extremidades y
esos ojos de cíclope y de nadie, descrito en el capítulo 7 de Rayuela.
Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de esa
geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas
temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me
confundía.
Ahora en este momento
preciso que escucho “Lamento” con el sax de Slide Hampton, me “hace recordar y
hacer vivir todo instante transcurrido, como un río de peces que se alarga…”.
Ya después en esas
noches fantásticas de Yosemite, en que las reuniones con amigos y amigas tenían como
objetivo primordial leer poesía, siempre estaría presente Tu más profunda piel
y yo siempre quería leer, me pertenecía en ese momento, la había dado a conocer
a esos amigos locos que conjuraban a la
magia y el amor con el verso y la palabra, con la metáfora y los encuentros de
los espejos y la imaginación y los momentos de amor.
Ya había pasado una
década y el poema seguía fresco (en mí),
vigente, observante, enseñador, retador y mágico, terriblemente mágico en el
momento de conjurarlo con la conjura misma de la magia y la locura de reunirnos
a leer poesía, solamente a eso.
Sé que cerré los ojos, que lamí la sal de tu piel, que
descendí volcándote hasta sentir tus riñones como el estrechamiento de la jarra
donde se apoyan las manos con el ritmo de la ofrenda; en algún momento llegué a
perderme en el pasaje hurtado y prieto que se negaba al goce de mis labios
mientras desde tan allá, desde tu país de arriba y lejos, murmuraba tu pena una
última defensa abandonada.
El poema tiene
música de jazz, saxofón principalmente y no es necesario convocarla para sentir
los acordes y las notas en el momento que lo atravesamos. Uno de los muchos
temas jazzísticos que pudieran salir de la lectura, oírse con ella,
sería el álbum “John Coltrane Love Supreme” o John Coltrane In love “Uno de los discos mas
cachondos” comentaría alguna ocasión ese gran comunicador que tanto extrañamos:
Emilio
Ebergenyi, en algún programa de su querida
Radio Educación; pero al escuchar a Lee Retounor con su canción Linda, no puedo mas que pensar en esa
mujer que le decía al chamán:
“Me da pena, sabes” …, y volcada de espaldas
me miraste con ojos y senos, con labios que trazaban una flor de lentos
pétalos. Tuve que doblarte los brazos, murmurar mi último deseo con el correr
de las manos por las más dulces colinas, sintiendo cómo poco a poco cedías y te
echabas de lado hasta rendir el sedoso muro de tu espalda donde un menudo
omóplato tenía algo de ala de ángel mancillado..
2008