No he olvidado ese nombre
que te dieron mis venas,
la promesa del verbo
que llevaba tu sangre,
que ha buscado refugio
en el ara de sombras
y ha rezado en tu cuerpo
por iglesias de otoño,
campanarios y lunas,
como un grito en mi boca
o un suspiro en mi cuerpo,
que se apaga en tu boca,
con palabras de ausencia,
con palabras de olvido,
con auroras de mar,
caracoles nocturnos,
con final a misterio
y sabor a poema
de imborrables silencios.
No he olvidado tu nombre,
aunque has sido paloma
gaviota, verano,
muchas veces cenzontle,
gavilán y canario
o has sido mi espejo,
mi espiral y mis
alas,
mi oración,
mi galaxia.
Otras veces tornado
otras veces tormenta,
escampado,
aguacero y un verso,
corazón enlazado,
esqueleto, mirada
camposanto,
mortaja,
sentimiento insepulto,
gravedad y sonaja,
hechicera
o princesa encantada,
mi humedad,
mi silencio.
No he olvidado tu nombre
porque has sido nativa
de un lejano país
donde habitan los
sueños,
hacedora de historias,
mariposa y estrella,
jardinera,
enramada de espejos,
mi sepulcro y mi amante
el infierno y la gloria
catedral,
mi poeta.
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