Leonora Carrington
La
noche se libera de las anclas de la luna,
se
desvanecen las razones y las propuestas,
se
vislumbra la parte escondida de la magia
por
los candiles volantes de las luciérnagas
y
se olvidan los lamentos y los remolinos;
los
pájaros dormidos esperan la señal,
en
el alba cantarán los sueños prohibidos,
el
momento que nos olvidamos de llorar
y
reíamos en la madriguera de la culebra.
En
tanto las ranas se transforman en palabras
que
danzan alrededor del viejo fuego
y
el hechicero, teje con ellas el
pergamino
de otros mundos que se han ido extinguiendo
o
decidieron alejarse del torbellino iniciado por el hombre.
El
sacerdote del silencio consuela las almas asustadas,
las
mariposas de la noche baten sus alas para sacudirse
del
polvo de la luz cuando fueron sepultadas en la nada
al
percatarse que su tiempo se extinguía lentamente.
Como
la imagen de alguien muerto que en el futuro vive,
uno
a uno los días nos fueron encontrando diferentes,
pasó
el sereno protegiendo el rocío de las mañanas perdidas,
y
mi amada se diluía en las fases cambiantes de la luna.
El
viejo seguía contando historias que habían pasado
a
formar parte del recuerdo, cuando la magia era la dueña
de Gaia y la música se enredaba con las ramas de los árboles
y
el camino de los duendes; los espíritus,
que
podían cobrar la forma de cualquier criatura,
merodeaban
a la sombra de las mandrágoras
que
se desprendían de la tierra.
Ellas
se refugiaban en los cajones de un vestidor de cristal
que
difractaba las tristezas extinguidas por un tiempo
que
se derretía con su propia ausencia,
cuando
el mundo de los sueños fue despareciendo.
Los
recuerdos fueron guardados y doblados entre los misterios;
ahora
nos queda la memoria que sigilosamente esconde los secretos
y
el brujo escarba entre las palabras y
los conjuros,
las
señales para encontrar con el canto mágico,
la
ruta extraviada de los seres luminosos.
Desde
entonces hemos sido condenados
al
país de las sombras,
los
símbolos desaparecen con los colores de la mañana
y
se nos olvida que un día,
la
belleza y su contraparte no existían.
De
vez en cuando los espectros se aparecen
con
las ninfas del silencio.
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