domingo, 15 de diciembre de 2013

Cuando la magia se fue





                                                                         Leonora Carrington






La noche se libera de las anclas de la luna,
se desvanecen las razones y las propuestas,
se vislumbra la parte escondida de la magia
por los candiles volantes de las luciérnagas
y se olvidan los lamentos y los remolinos;
los pájaros dormidos esperan la señal,
en el alba cantarán los sueños prohibidos,
el momento que nos olvidamos de llorar
y reíamos en la madriguera de la culebra.

En tanto las ranas se transforman en palabras
que danzan alrededor del viejo fuego
y el hechicero,  teje con ellas el pergamino
de  otros mundos que se han ido extinguiendo
o decidieron alejarse del torbellino iniciado por el hombre.

El sacerdote del silencio consuela las almas asustadas,
las mariposas de la noche baten sus alas para sacudirse
del polvo de la luz cuando fueron sepultadas en la nada
al percatarse que su tiempo se extinguía lentamente.

Como la imagen de alguien muerto que en el futuro vive,
uno a uno los días nos fueron encontrando diferentes,
pasó el sereno protegiendo el rocío de las mañanas perdidas,
y mi amada se diluía en las fases cambiantes de la luna.

El viejo seguía contando historias que habían pasado
a formar parte del recuerdo, cuando la magia era la dueña
de Gaia y la música se enredaba con las ramas de los árboles
y el camino de los duendes; los espíritus,
que podían cobrar la forma de cualquier criatura,
merodeaban a la sombra de las mandrágoras
que se desprendían de la tierra.

Ellas se refugiaban en los cajones de un vestidor de cristal
que difractaba las tristezas extinguidas por un tiempo
que se derretía con su propia ausencia,
cuando el mundo de los sueños fue despareciendo.

Los recuerdos fueron guardados y doblados entre los misterios;
ahora nos queda la memoria que sigilosamente esconde los secretos
y el brujo  escarba entre las palabras y los conjuros,
las señales para encontrar con el canto mágico,
la ruta extraviada de los seres luminosos.

Desde entonces hemos sido condenados
al país de las sombras,
los símbolos desaparecen con los colores de la mañana
y se nos olvida  que un día,
la belleza y su contraparte no existían.

De vez en cuando los espectros se aparecen
con las ninfas del silencio.


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