El beso Gustav Kling
En este larga travesía de
vida
el tiempo es una condición sin métrica
el instante que no puede ser medido
entre la distancia que separa la pregunta
de su propia respuesta y el abismo
entre tus labios y los míos.
Entonces el instante
es como un largo poema dividido
en las regiones de la espera,
o en su defecto un beso,
quien define el calendario
de todos estos pedazos momentos
que suceden en este paradero
que llamamos día y en su conjunto,
es agrupada en estaciones sin destino,
en otoños sin
verano o primavera.
Es en esta larga expiación sin colisiones
que cada palabra inmersa en el poema,
es decir, en el discurso de la espera
se transforma en sangre y verbo
encarnado entre los huesos,
por la vida que se mira en tu mirada,
como un río de oraciones
manto nocturno, relicario,
en el misterio de tu vientre,
tus senos, jarrón y lecho
manantiales por tu
espalda
pudor, amanecer de ti,
amanecer desde tu boca,
mi sed,
el punto muerto entre los labios,
el beso transformado en
pájaro,
en soledad y en
templo,
en corazón sin esqueleto,
en catedral,
en lunas,
en el espejo, en
su reflejo
y en el deseo que nuevamente
evangeliza tus
silencios.