Que sean las gaviotas
las que agoten nuestros sueños
y los frescos cipreses de la tarde
que del sol se
esconden,
los que cuiden un día las cenizas
de los cuerpos, cuando aún enamorados
sean vencidos por la noche en sus misterios.
Beso tus labios que en otros labios
se perdieron, los beso en el recuerdo
de las veces que religiosamente nos amamos,
en esas catedrales del silencio en que los otros
expiaban sus pecados, espejos de nosotros
ante la imagen que
nosotros adorábamos.
Largo vía crucis del amor sublime
y en ese momento derrotado,
largo camino para un final nunca soñado,
al sucumbir en las señales que algunos
amantes igualmente enamorados nos dejaron.
Ancho transcurrir el de la ausencia,
largo porvenir el de la nada,
triste ilusión que por momentos
fue ensoñada y en otros momentos,
solo en el vacío se quedó reflejada
como en un verso sin palabras, tu mirada.
Hermoso, simplemente hermoso. Cuánta añoranza en esos besos perdidos y recordados. Me gustó, Moyeto. B.
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