Tiempo
en el hueco de su mano maestra
yo
en el vértigo del ser
tratando
de resurgir de las horas
para renacer de la nada
Me preguntas como estuvo este verano
donde estuvimos alejados,
distanciados por un sin fin de circunstancias
cuando el invierno era el punto equidistante
(entre nosotros) .
La dualidad del clima
fue un constante ir y venir
de pájaros que partían hacia el norte
y nuestro centro en común palpitaba,
esperando al otoño entre los espejos.
Así pasaron los días de este lugar remoto.
El verano fue una estación sin pasajeros
la antípoda de mi corazón,
mientras las tardes desoladas
dibujaban con lágrimas tu ausencia,
sin embargo, de vez en cuando
el sol anunciaba el rito de la sangre
y la flor de piel sobre tu cuerpo.
La flor a labio abierto,
la guardabas para tu retorno
en el cristal de las permanencias
siempre vivas y los girasoles...
Ahora, en esta carta de respuestas
con preguntas anidadas en tu silencio,
en la geografía de nuestras inquietudes
por saber uno del otro,
la respuesta escrita de la sangre
abre la compuerta de nuestras necesidades
como un caudal de presentes
sin estaciones detenidas o soñadas…
El tiempo se detiene por instantes,
la tarde presagia lluvia y viento,
el otoño espera por nosotros
en una sinfonía de anaranjados maples,
de cadenas montañosas
donde el águila nos aguarda
y una plegaria de silencios diferentes
nos sorprende en el camino.
Tus manos encuentran su acomodo
en el hueco de las mías
y el universo es sorprendido
por este lento caminar hacia ninguna parte,
solamente el recorrido de sentirnos juntos
cuando navegamos por corrientes púrpuras
en este quehacer de la nada
que nos sorprende con un beso.
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