miércoles, 16 de noviembre de 2016

Mc Donald and Giles o el Vuelo de Ibis (y Steve Winwood)




Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió:
Un día, mucho antes de que nacieran los dioses,
desperté de un profundo sueño y descubrí que
me habían robado todas mis máscaras... Gibrán K Gibrán

Regreso al valle de los brujos después de recorrer el sendero de la oscuridad y la culpa.
La voz se detiene en el tiempo para anunciar el retorno de los hombres pájaro en un solo de blues “Love, love is one, Love we've begun, Love” escucho “Love, let it come”, escucho entre los acordes de un piano fuera de tiempo y es que la magia regresa con la suite en C como el advenimiento de lo que ya se estaba gestando entre los que hacíamos y los que caminábamos con el ritmo de los sonidos del bosque , “love is one” solamente los que tiene corazón de niño lo pueden ver (“We are just the Young of a wind flying high”).

Las historias de los libros que se intercambiaban con los relatos de los brujos y sacerdotes de ese momento se entremezclaban con el sabor del cambio, la entrada a una nueva era donde las compuertas separaban lo inimaginable de lo que se respiraba en las calles, aunque lo sabíamos, caminábamos con el sentimiento de haber sido trastocados por el embrujo de esas voces celestiales, mensajeras de lo que ya pasó y que muchos confundíamos con el futuro, repetíamos las primeras frases del Loco: “Me preguntan por qué estoy loco…” y Gilbrán era uno de las singularidades en ese espacio curvo del Rock sin saber que convergían todos los relatos sin importan el escenario y el tiempo, solamente los confiscamos con todos los millones de letras para que con el sonido de las trompetas, se abrieran las compuertas  de la psicodelia y las aguas  que pintaban el cuadro de la Era. Hoy despierto nuevamente después de una larga travesía por el mundo perdido de la rutina y regreso al bosque encantado, mientras espero la voz del profeta anunciando la magia para que no se nos olvide, y los duendes nos señalan el camino de regreso, con las piedras de la luna que fueron robadas por los sacerdotes de la música.

Ayer como un eterno ciclo sin que por ello vivamos en el pasado, Ayer, el hoy eterno que se perdía en los escondites cósmicos para jugarnos una mala pasada (el saxofón se cuela como siempre en esta conjunción de signos y fonemas con las notas musicales de la batería y un bajo que determina lo que es el Rock que se rescata de la nube y los garbanzos del olvido).

Hoy es ayer y rápidamente, como una película tridimensional, una colección de poemas o un racimo de silencios, el pasadizo de los espejos nos devuelve nuestra imagen, el verdadero rostro después de “una muerte obligatoria” y que todos los mundos y los dioses fueron borrados por el grito que se hizo verbo, mar profundo como un pájaro.

Estoy aquí de nuevo, sentado en el sitio del pasado, desentraño los enigmas que quedaron olvidados por el crecer del tiempo y la rapidez de la vida, reclamando el espacio que perdí, los soles de las 11 de la noche, un pequeño departamento en el sur de la ciudad, la esquina de Narvarte, las librerías olvidadas del viejo centro y el nuevo centro de la cuidad, la mujer que me sedujo en una noche cósmica con Bob Dylan y Grateful Dead en el cuarto de un Hotel Barato por las calles donde los personajes de  (Aura)  Carlos Fuentes se transformaron en fantasmas y de vez en cuando el Norte los rescataba del anonimato. Ella también está esperando con un libro que a lo mejor tampoco lee

No quería que terminase mi renacimiento, era un nuevo bautizo con los coros de Mc Donald  y Giles, acompañados del sonido de los platillos de una batería mística.
Muy lejos quedaban las utopías y los Beatles, los espejos de la paradoja lo afirmaban al regresar las imágenes de la consciencia en forma de mariposa dibujada por algún adolescente de la colonia Del Valle y pegada a su cuarto junto al cuadro de los hongos como símbolo de un reloj diferente, subversivo y contestatario “No me voy a dejar atrapar de nuevo” se escuchaba por la radio) mientras el sonido del órgano de Steve Winwood, anunciaba la paz que tanto anhelaba el mundo.

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