En la república del mar los habitantes han emigrado a otras
latitudes,
las gaviotas los cangrejos y los pescadores se fueron de
igual forma,
la construcción de piedra ha espantado a las estrellas y los
caracoles,
varias cabañas de madera y visitantes sin pasaporte los
espantaron.
Los macacos ahora construyen su auditorio para firmar su
permanencia
antes el monumento de un presidente muy alto que se quedó
muy chico
pero es otra pieza más para borrar una playa que en realidad
no existe;
los pescadores se reúnen cada mañana en una casa abandonada
y se consumen lentamente en pláticas de alcohol y mejores
tiempos
cuando apenas unos años atrás vivían en perfecta democracia junto
al río.
Los antropólogos tomaban notas de ese pequeño y escondido paraíso
que no supimos conservarlo y aunque de forma es bello y
colorido
por sus arterias viajan los desperdicios e hicieron del mar una
letrina.
Esta república antaño rica y libre ahora vive en agonía y prisionera.
Los pájaros se han ido y más adentro del río las culebras,
las iguanas
en sus veredas las garzas y otras cantidades de aves ya no pernoctan
Solo nosotros, el progreso
y proyectos urbanos que ganan premios
porque asemejan las casas: hamacas, delfines, bahías,
mariposas
“Para que no se olviden”, o porque “somos parte de ellos”, “del
ambiente”.
Ahora camino, el mar está tranquilo, el cielo gris amenaza
una tormenta
a lo lejos los rayos del sol iluminan un barco que viene o
parte a su destino
dos pájaros negros que por aquí llamamos “pichos” buscan comida
es tiempo de libélulas y alcanzo a ver una escapando de su
acoso;
me doy cuenta que no hemos comprendido que nuestra madre
muere.
En esta república, igual que otras, algún día cercano también
emigraremos.
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