Quizá me haga falta volver a tus fotografías
para recordarte con más
intensidad,
darle cuerpo a este sentimiento
que provoca
dolor de corazón,
de
ausencias y nostalgias,
de espera y desencanto.
Quizá sea una sensación de vacío
en mi memoria
como si estuviera descifrando el enigma de un silencio
que tiene
todo el signo de la indiferencia,
y un recuerdo vago que no se
deja atrapar,
sin noches iridiscentes o colores de otoño
entre caminos con
sabor a bellota y hojas muertas.
No hay nada más triste como este reconcomio,
vorágine
de fallidas esperanzas y desencantos.
Mejor el vuelo interrumpido del Agapornis
y su inseparable compañera en el borde de su muerte,
presagiando que el alma
tiene fin
y no viaja hacia otras gravedades.
El desamor es un
libro sin capítulos
con páginas en blanco que tuvieron un final
al principio de
la historia…
Y el tiempo,
el silencio,
los espejos,
los pájaros
y una ventana,
convulsionan
al vórtice de un verbo
colapsado en la quietud
de un universo derrumbándose
con
las imágenes arrasadas
de una memoria arrinconada.
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