Cada mañana el mismo ceremonial de trinos y albores,,
Desnudo resplandor ese otro ciclo venidero,, un tiempo
que ya arrastra su otro tiempo y su tertulia de claro-oscuros,,
su incógnita mansedumbre de espasmos y reflejos,, Waldo Blusero López
Una palabra rueda del anaquel al ropero
por el pasillo hasta el baño
del comedor a la sala
hasta encontrar su acomodo
lejos del carcelero,
escondida del espejo
hasta llegar a los verbos dentro del patio trasero
en ese cuarto olvidado por los violentos reflejos
y así encontrar la oración que le dé significado.
En un compás de silencio como dibuja la espera
el brujo del cuento emerge al abordaje del cielo
dentro de un panteón de acentos comas y signos,
como Lázaros perdidos que se encuentran olvidados
por este mundo de encierros,
laberintos que se prolongan entre el pasillo y la puerta.
Así construye ciudades la palabra en su camino
a veces pinta tristezas y otras veces soledades
se vuelve filosofía y se transforma en poesía
entre el cielo y la distancia que separa cada párrafo
para un verso que navega y otro que se detiene,
va gestándose el poema
y en ese cortejo de letras,
los cuartos y los pasillos
la cocina y las recámaras
se transforman en planetas
y sistemas más complejos
construidos con el verbo
y el brujo que los convoca
para detener el mundo.
Brotan sueños, pensamientos,
realidades de otras galaxias,
metáforas de la nada
que dibujan la dialéctica cuando visten al monólogo
y otro brujo que se asoma por su obligado escondite,
y así la palabra rueda sin encontrarse al espejo
sola y trabajadora elaborando el lenguaje,
lo que se acerca al divino, a esa luz del vacío.
Es decir que la palabra se acomoda
en eso que llaman Intento
con su canción de silencios,
Los brujos la conjuraron
y ella dio vida a los brujos,
fue la palabra no el verbo
que con su eterno rodar
se encontró con el infierno
pero rompió los espejos
y nos regaló el paraíso
nos liberó del encierro
y el pensamiento viajó
sin tiempos y sin espacios
hasta encontrarnos de nuevo
con el ser que llevamos dentro.
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