sábado, 5 de junio de 2021

Fluctuaciones

I

(Principio y fin)

De diez en diez, a veces agua y en otras ocasiones piedra y musgo embarrados de tiempo que resiste al embate de la “caída” de los años.

Al principio azoro y despertar en una mañana cálida y húmeda, con olor a novela diluviana de verano y tormenta.

Las vías del tren eran parte del cuadro junto a las cañas de azúcar dejadas por el vagón alegrando la mañana hacia el camino del Ingenio Bajo un peldaño cautivo los meses y los años se acomodaban en discretos cambios al final del salto el espejo devuelve una realidad sin estaciones y un futuro que parece eterno.

Un cúmulo de libros y hojas sueltas, muchas imágenes y el promisorio silencio que se asoma entre ventanas donde se cuelan las orugas, refugio perfecto de pájaros y sueños que nacieron rotos y lejanos, disonantes horizontes en la oscuridad de los capullos.

 

La historia es una algarabía de silencios un torbellino donde el amor y el sexo son arrastrados por políticas morales y revoluciones explicadas en un prematuro sicoanálisis.

La noche florece en un jardín de silencios.

Una larga caminata a lugares diferentes acariciados por esa línea que alarga la vida cuando confunde el cielo con los colores de un sol entre la bruma y la mañana, a su lado un marco de escolleras gemelas recordaba el infinito dividido en dos partes, la eternidad y un despertar eterno.

 

 

II

(El intento)

 

Escribiste unas cuantas cuartillas, la mejor de ellas se perdió entre papeles con problemas no resueltos de física, no sabías como es que se gestaba el cambio porque la oruga tardaría más tiempo en ser polilla, crisálida que volaría años después entre las hojas de un libro sobre narrando las andanzas de un viejo brujo poderoso que intentó cambiarte y se quedó incrustado en algún lugar de la memoria por unos años cuando intentabas recorrer lo que te habías perdido, sin que te dieras cuenta en los sueños recurrentes de un salón de clases donde no eras estudiante, tu papel era el otro, un tiempo que pasaba lentamente por tus ojos sin poder apresarlo en todos esos años anegados y hundidos por ciudades desconocidas que te habitaban.  

 

Me preguntas si he podido escribir y el espejo me delata, en una ocasión fue la mujer que se transformó en palabra verso redondo y metáfora acabada, pintura, capullo de silencios en un amanecer azul marino mientras la brisa acariciaba los recuerdos que se volvían sobre mis pasos.

ha pasado medio siglo como si fuera un soplo de verano …

 

III

(Los recuerdos)

 

Se partieron los años en callados abanicos escondían consigo un conjunto de relatos que aparentemente no eran trascendentes y por lo tanto se desvanecieron poco a poco, las historias se irían reconstruyendo una a una después de su partida el misterio y la sorpresa lo efímero y trivial tejerían un manto obscuro de recuerdos que difícilmente pudieran recatarse.

Esa frase común: la memoria del olvido, cobraba fuerza línea tras línea se fue deconstruyendo el andamiaje sin ninguna percepción que rescatara la razón solo el tiempo de nuevo transformado en abanicos para impulsar el viento y rescatar la espera de vez en cuando una canción, un viejo y arrugado cuaderno de notas y los años que partieron donde se cosería al intento y se irían acomodando en un profundo olvido.

 

IV

(Yosemite, la calle)

 

En alguna ocasión, como si fuera el inicio de un cuento, se iban acomodando los fragmentos recuperados de una composición dodecafónica, por momentos saltos que interrumpen la secuencia de imágenes y una ventana por donde se cuelan las ramas de un árbol, detenido por las aguas de un río bautizado por Demócrito en tardes calladas de descanso  obligatorio y placentero- El Café de la esquina en otra antípoda devorando libros  perdidos en el deseo de compartir la palabra foránea el sabor del café que no se registraba en la memoria y a pesar de la mujer y los encuentros con ella, no lograba recordar los nombres, solo un grupo de rock o un concierto de Brahms, y en otra ocasión las galletas saladas para calmar el hambre con una taza de café de una marca que ya no existe.

 

De vez en cuando los amigos y una puerta sin cerrar, abierta de par en par como rubrica de esos días, las ramas de ese árbol no dejaban ver al mundo pero casi a diario un pájaro me lo recordaba, lo deletreaba, entonces lo imaginaba y lo miraba dentro de un cuarto donde me quedé detenido un largo rato entre aventuras de ninguna parte y dos historias de amor,  en ese rincón pintado de palabras, hojas sueltas y amantes ajenas sin rostro fue el universo donde se cocinaron los sueños y el intento y se perdió el motivo en día iguales sin que me diera cuenta nunca jamás fui rescatado cuando me sumergía entre papeles y pequeños muebles de madera blanca de Oaxaca, palabras de colores donde el morado y el amarillo las vestían, era la soledad la única entidad que me habitaba entre lecturas de abril en algún perdido cabaret siempre los pájaros después de una parranda de letras entre soles nocturnos y frases colgantes por el techo  en ese minúsculo espacio que me representaba.

El ombligo dentro de ese ombligo reflejado Cuando los trinos eran silencios de historias sobre algún lugar de la nada, la matriz del todo.

En esas singularidades de los propios y extraños los dioses jugaban matatenas en alguna playa escondida en el infierno de Caronte, un cuervo solitario graznaba, la noche se desvanecía y los ruidos cotidianos se dejaban oír por la ventana, una canción emergía de los recuerdos en el registro escondido de la música mientras un pastel en forma de aeroplano, derrumbaba los sueños de lo que un día pudo ser (alguna vez fuimos los sueños de nosotros mismos), sin embargo, los dioses lo sabían: el destino cambiaría su curso hacia el infierno, no aprendíamos...

 

V

(Ser poeta es otra forma del Intento)

 

Esos sonidos que son característicos de la noche…

En un lugar sin ruidos el tiempo duerme en una cama de silencios cuando la historia se detiene, sobre una quietud de ausentes gravedades de mujer y parroquias en vigilia de palabras sucumbidas por el verso en un tráfico interrumpido de la sangre en los ritos escondidos de la luna en camposanto por un corazón en dialogo de espejos…

 

Entre lecturas de abril en algún perdido cabaret los mundos se han petrificado en el ocaso sepultados en catedrales de arena y silencios a un lado del mar, residencia de gaviotas, sepulcro del destierro, huesos molidos por la ausencia, estación del laberinto, última parada hacia el infierno y el infinito detenido,  dividido como estrella de mar. En cada amanecer el intento nuevamente.

 

Subyace el nahual en su retorno  por los vasos comunicantes sin tiempo ni estaciones, los pájaros emigran, cae la noche, los años se diluyen en un lago de espejos, es su destino la soledad empoderada, los versos son la piedra donde la nada se cincela los baña de silencio un cántaro mágico, no existimos a pesar de los nombres a pesar de las señales que se quedan, en la conjugación del verbo nace la religión, la soledad y la nada no tienen pronombres:

entonces ¿quiénes somos los que somos

si no es lo que somos que sin ser no somos nada?

Ser poeta finalmente

es poder decir al final

que no decimos nada,

pero también es olvidar

a la palabra,

abandonarla

y en esa paradoja

construir con ellas una trampa  

en una red agujerada-

Ser poeta es otra forma del intento.

 

VI (La Sierra de Juárez)

 

Algunas palabras se quedaron perdidas en un cuaderno abandonado mientras los recuerdos emergían entre las distracciones cotidianas del medio día.

la canasta tejida en una sierra mágica, una hilera de casa de adobe y ramas el tequio inesperado envolvía al poblado abandonado por la ausencia.

no se perdió el silencio,  su espíritu fue devuelto a un pueblo que también es nuestro, ellos tratan de romper el infinito. 

No sé si recuerdes la caminata en otra sierra en una mañana húmeda y bruñida, una cabaña pintada de neblina y anafre con tortillas recién hechas apareció en nuestro camino, un niño correteaba a las gallinas su alegría contrastaba con la quietud el bosque los pinos respiraban nuestra inmensa paz alejados del concreto y el semáforo.

 

Al querer reproducir la palabra, imágenes y descripción de momentos, desnudar la noche y dibujar el firmamento con el lenguaje del hacedor de historias, de un brujo comprobado en la gramática de su linaje, me quedé en el intento.

 Mientras mi gato arañaba la puerta para salir a cazar fantasmas alados que deambulan por la noche, muy a pesar del chamán que me llamaba vestido con palabras que no eran mías se me cerraban los ojos en los viajes entre los libros que no podía leer me doblegué ante la derrota de convertirme en un lector a ciegas de mi propia historia que inventaba  con pedazos de memoria arrinconados, en un caleidoscopio de fractales remotos sin poder visualizar un final con la luz de las luciérnagas.

 

Había disfrazado la vida entera arropada por un mundo que ya se había extinguido y era difícil poder reproducirlo, con los ojos lagañosos de la noche que impedían liberar a sus criaturas de una ortografía sin reglas, fue cuando me percaté de la quimera.

.

Pude haber sido el brujo pero no me percaté de sus señales cuando saltaban al azar por la materia oscura, perdido en un camino sin estrellas con acertijos de la nada escondidos por la luna.

 

VII

(Los pájaros y la pequeñez del tiempo)

 

No sé cómo hablar del (poco) tiempo que nos queda cuando lo que se acumula es el propio tiempo quizás la percepción es el pivote necesario para la dualidad conciencia tiempo como una ecuación sin matemáticas ni símbolos donde todos los tiempos se acumulan y colisionan para dejar de ser una sucesión del calendario.

 

El tiempo propio es la partícula de enlace en esta vasta historia que ya no existe cuando esta dualidad no nos habita que converge en ese punto imaginario, tan lejano de nosotros como la palabra infinito alcanza su límite en la nada.

¡Que poco tiempo nos queda y cuánto tiempo nos habita!

En algún momento pude percatarme cuán lejos se encontraba el tiempo, me imaginaba que sería de mi por esas lejanías. Ahora que las distancias se entrecruzan, la infinitez de lo ‘pequeño me sorprende no sé si me tomó desprevenido o el viaje fue por otra ruta ajena a mi destino en un tiempo diferente al mío.

 

Apenas hace unos días, las gaviotas caminaban a mi lado y los pájaros me despertaban con sus trinos cantándome al oído. Ahora tampoco el recuerdo me visita.

 

“Me han avisado que hay que ordenar y acomodar la nada de tal forma que al final sea mi único inquilino”. Ahora cuento los instantes como antes los años, y a veces los encierro en un frasco para destaparse en caso necesario lo guardo en un pequeño maletín donde junto a la nada es lo único que cabe.

 

 

Aunque las despedidas no me gustan, no haré caso Y abriré el frasco etiquetado en este otoño atípico de inviernos prematuros y oscuras noches en vigilia.

Los pájaros (más que las gaviotas) siempre  estuvieron a mi lado cuando llorar limpiaba mi alma, no dejaron de hacer sus nidos con palabras y empollaban el Verbo que sin ellos no hubiera nacido.

A veces el tiempo no importa pero siempre es útil tener un recipiente para abrirse en casos de apuro como estos, así lo pájaros vuelan entre las palabras.

palabras pájaros son los verbos  que se fueron quedando en el camino, ojalá y puedan florecer cuando los vea antes de que la nada se desdoble.

 

IX

(Inteligencia, egoísmo, inconciencia)

 

Hay dos palabras opuestas y enlazadas con una tercera individual y ciega, quizás un cuarto concepto pueda salvarnos de esta terrible paradoja

 

Entre tantos puntos suspensivos el espejo refleja las respuestas de la luna dividida por el camino repetido, en los pedazos que el sol esconde

y a lo lejos... los pájaros.

 

Hemos caminado por el borde del vacío y sentir que aquí no pasa nada ¿No pasa nada?, preguntó alguna vez el poeta en esa circular periplo del amor tan lejos de una trilogía resuelta sin poder aniquilar el egoísmo ni hacer que inteligencia pueda rimar con la conciencia.

 

La luna es la metáfora de un ciclo que nos marca…

Y en ocasiones también la sepultura de los sueños.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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