lunes, 22 de junio de 2020

Nueva normalidad





En el borde de la noche me acurruqué para no caer
después de una copa de vino con sabor a merlot
media cajetilla de cigarros consumidos por el ansia.

Mientras pienso en la historia tomo un sorbo de café
este se ha quemado de tanto calentar el recipiente,
a lo lejos se oyen voces disipadas festejando el domingo,
el virus mortal para los que tenemos más de dos condiciones
se encuentra lejos de las preocupaciones y de los cuidados,
a lo lejos también se escuchan unas voces digitales
el maullido del felino para suplicar el jamón como postre,
platico de mitotes con un poeta del Norte que parece del Sur.
De alguna forma la magia se escabulle en este cálido domingo
donde la humedad y la noche florecen a pesar de los muertos.

Somos sobrevivientes en un calendario que no tiene futuro
es el día a día de un continuo temor para quedar infectados
como personajes de una novela apocalíptica escrita hace medio siglo,
nos encontramos en la rutina atípica de continuar con la vida detenida
sobre llevando un ritmo diferente en medio de personajes virtuales,
repaso las noticias en las redes con desesperada insistencia
y así los días pasan como si fueran normales, como si fueran normales,
es decir, como si antes del virus estos mismos días fueran irreales
y la rutina haya sido un caso especial que se escapa de lo cotidiano,
como si los días de antes pudieran haber sido extraordinarios,
normales…


jueves, 11 de junio de 2020

Desamor



Quizá me haga falta volver a tus fotografías 
para recordarte con más intensidad, 
darle cuerpo a este sentimiento 
que provoca 
dolor de corazón, 
de ausencias y nostalgias, 
de espera y desencanto.


Quizá sea una sensación de vacío en mi memoria 
como si estuviera descifrando el enigma de un silencio 
que tiene todo el signo de la indiferencia, 
y un recuerdo vago que no se deja atrapar, 
sin noches iridiscentes o colores de otoño 
entre caminos con sabor a bellota y hojas muertas. 
No hay nada más triste como este reconcomio, 
vorágine de fallidas esperanzas y desencantos. 
Mejor el vuelo interrumpido del Agapornis 
y su inseparable compañera en el borde de su muerte, 
presagiando que el alma tiene fin 
y no viaja hacia otras gravedades.


El desamor es un libro sin capítulos 
con páginas en blanco que tuvieron un final 
al principio de la historia…
Y el tiempo, 
el silencio, 
los espejos, 
los pájaros 
y una ventana, 
convulsionan al vórtice de un verbo 
colapsado en la quietud 
de un universo derrumbándose 
con las imágenes arrasadas 
de una memoria arrinconada.