domingo, 22 de junio de 2014

Olvido



Había olvidado las cuatro galerías de arte
que visité hace varios años,
la mujer que me sedujo con sus gustos refinados
y su forma de tratarme,
me hacía sentir en el ombligo de la luna
aunque vivía en ese  tiempo  por ahí…
Había olvidado mi capacidad de asombro
cuando hice el amor con mi vecina
después de una inocente petición de azúcar,
o el recorrido por las calles empedradas de Tepepan
hasta llegar a la reunión con seres mágicos,
tan comunes,
que  se transformaban en lo que siempre quise ser
y sin embargo el ron servido en un jarrón de barro
me quitaba el frío de mi identidad perdida
mientras el Rock cohabitaba con la Kena y la jarana
y el espejo se ahogaba en su propia vomitada.

Tenía escondido los recuerdos de mis visitas
a librerías que ya no existen
y lo emocionante que era gastar mi sueldo
entre libros y discos que solamente hojeaba,
o después de años me acordaba de leerlos
y sin embargo, no había remordimientos
por haberme quedado sin dinero
al no pagar la renta de mi pequeño espacio
mientras escuchaba la última compra
a la luz de una vela porque me habían cortado la luz;

en algún lugar de un cuarto olvidado
se encontraban las carpetas
que cobijaban  las hojas amarillas de un block
con los intentos de hacer una poesía diferente,
en otras ocasiones pensaba que podría ser un best seller
pero en ese momento había que terminar algo inconcluso
o regodearme en el dolor de la separación de algún amor.

Los días se transformaron en meses y así pasaron años
escribí dos  o tres versos que valían la pena
pero no me alcanzaba el presupuesto para terminar un poema,
en un intento formal los ordené y los vendí en 20 pesos
que mis amistades compraron con un poco de intriga.

Después entré a un taller donde había pocos escritores
y muchos espíritus sentidos pero esa es otra historia
quevale la pena contar mas adelante.

Por el momento solo el olvido es la palabra que me retrata,
el hastío pariente del vacío y la nostalgia
son las variables, los apellidos de la inercia.

Quiero recordar algunos momentos con su espacio arquitectónico
detener el instante cuando estaba enamorado
y los dos nos perdíamos en un cuarto
donde la soledad era un fantasma,
que se llamaba Yosemite en la colonia Nápoles.

Alguna veces los amigos se detenían a vivir la vida en medio
de una sala sin muebles y papeles tirados por la alfombra
una taza de café y buena música mientras el verso de Neruda
o algún poema de Vallejo se enredaban con la plática.

En el fondo Pink Floyd, Milanes o Keith Jarret se dejaban
escuchar en la tornamesa tangencial que me duró una semanas
y los nombres de mujeres de todos los amigos, o las reuniones
de los viernes, se adornaban con el paso efímero del sexo
donde los sueños del presente se fueron marchitando.

Se me había olvidado recorrer las calles para llegar a mi destino
transitar por la avenida mágica donde existían cuatro librerías
donde lo mismo compraba un libro de Schlesinger o Galbraith,
que me encontraba con una colección de brujos... 
y uno que otro libro de poesía.

Ahora ya no existen,
decir sus nombres es revolcarse en la nostalgia
tratar de detener en mi memoria, el rostro del dueño
de una pequeña librería donde igual que ella,
posiblemente haya fallecido.

2 comentarios:

  1. Me gusta. Si, definitivamente me gusta este Olvido. Saludos

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    1. Lety, gracias, había empolvado este texto pero creo que vale la pena volverlo a sacar del cajón...un abrazo

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