No es una pena? (George Harrison)
La tarde es dorada como las
manzanas que esconden las hespérides, esas ninfas silenciosas que me traen los
recuerdos que se mezclan con What a long strange tripp it´s been de Grateful Dead. Leo textos, me vuelvo loco
como amo de casa, selecciono tres horas de Rock desde la A de America… hasta la Z de Zappa y me dispongo a
escuchar mi programa especial para que la palabra fluya a ese ritmo y tenga
algunos baches de fresés con los Monkeys o Bread y en la S me pueda salvar Simpatía por
el diablo o Simon cantando con Bob Dylan los sonidos del silencio, canción que
me enredó la mente en la poesía en esos años en que Piedra de Sol y las frases
en las paredes eran mi alimento y también
mi razón de ser.
Los amigos me envían correos de
concursos literarios y yo me encuentro en un espasmo de esos que no permiten avanzar ni quedarse
detenido; leo nostalgias en los prismas del silencio de mi amigo Blues y un
tren de una romántica ficticia en el cuento de Iván, mientras tanto escucho The
last train to Klarksville de los “monkis”
y me conduce a otro tren hacia Atoyac un pueblo cerca de la sierra en el
estado, con pantaloncitos cortos y azules, sintiéndome un Rover a mis 16 años y
paco Arceo tarareándola arriba de un trampolín. Me distraigo y veo la
fotografía de Luciano mi hermano ya fallecido, comiendo ambos en un restaurante
cerca de mi departamento en la
Nápoles, cueva de guerrilleros, prostitutas, vecinas
cachondas y amantes clandestinos a la sombra de ese refugio que se convirtió mi
espacio por aquellas tarde obligadas a tomar café chiapaneco en la esquina de
mi casa mientras alguien lo usufructuaba.
No es melancolía, esa palabra que
está de moda en esta tarde en el Taller cuando leo algunos textos, es ansiedad
de escribir y seguir escribiendo y ligar las ideas que como tropel salen de mi
mente y no quieren quedarse ahí. Esa comunicación conmigo mismo desde mi centro
(egocéntrico dirían algunos) y ejercicios con la memoria de las cosas inútiles
como alguna vez leería en la profunda filosofía de Betty and Verónica en un
cuento de Archie; primera letra de mi abecedario roquero con ellos precisamente
para que en la Q Quadrophenia
me salve y en la B
de “Behind blue eyes” me rescate Who y posiblemente el paracaídas de Altazor
que como el mío hace treinta años nos pueda llevar a tierra firme; sigo
recordando esa tarde de magia en una pantalla al ver Quadrophenia rescatada por
el cine Versalles después de algunos años, como siempre, y salir casi al mismo
día a ver Woodstock y con la C
de Country Joe and Fish rescatarme nuevamente (finalmente la B terminó con Bob Dylan ).
Palabras del Rock, constantemente repetidas: Love, y Windows, Find (o can´t
find), Tripper, Sad, outside, y el grito mismo alargado en las voces de Rogerr
Daltrey o Robert Plant con la primera palabra, casi casi gritando en el auxilio
y ya desfasada en la voz pastosa casi melosa de Don Mac Lean cuando comentaba
como la música moría después de que el sueño había terminado, y solo le quedaba
una tajada melancólica de “american pie”.
Mi ventana tiene puesta la vista hacia el cielo en esos atardeceres en que
la música muere pero es devuelta en esos “tornasoles” anaranjados como diría el
Blusero, desviándose en esa palmera que es mi vigía, mi centinela de los brujos
y la guarida de los pájaros cuando el sol revienta a las 10 de la mañana.
Mi ventana es cómplice, sinónimo de lo que no me llevaré hacia el viaje,
pero también es la visita siempre agradable de los pájaros de color amarillo
que llegan de igual modo a susurrarme que están ahí conmigo, acariciándome y
animándome a que viaje siempre entre palabras, en esos ejercicios musicales de
oyente frustrado de la música y la
poesía. Metáforas vivientes, mis ganchos que se cuelgan con una facilidad
asombrosa en el infinito, mientras deseo que termine la canción de American pie
para continuar con Ral Doner (Girl of my best friend) regresando mas al pasado
y las traiciones supuestas, aunque ¿Cómo podríamos llamarles así? Sobre todo
cuando dos corazones desnudos se encuentran, pero viajo en ella (la canción) y
en los recuerdos con lágrimas en los ojos de algunos amigos y el silencio
obligado de la novia (la mía), enamorada de ellos.
Al fin que Pink Floid me rescata nuevamente en ese disco que habla de
dinero y lunas y The Great Gig in the sky y vuelvo a recordar a Iván y su
pasión por Richard Wrigth entre otros y ese grito plañidero finalmente, grito
lamento, venida cósmica pero sin el otro, mas bien un conjunto de gritos que
suavizan el piano y que parece voz de mujer con tintes de Daltrey, andrógino,
ser completo sin necesidad de la búsqueda que se pierde o se desvanece como el
humo.
Hey Jude en la versión de la producción de “Love” y todo lo que he escrito
sobre una de las canciones que mas recuerdos me trae y mas presencias y fantasmas y mas todo o “Toda ella” parafraseando nuevamente a mi amigo y
sintiendo como el naranja se transforma en un azul acompañado de esos grises
que se pierden con el calentamiento global (sigo parafraseándolo) y los gritos
nuevamente, como lamentos de lo que si pudimos mover o se pudo mover mejor dicho, ya que solo fui espectador
de los rompimientos y los desquebrantos del universo y los ladrillos o las
paredes de Jethro Tull o el mismo PF que se encuentran en todo este canto a la
esperanza y a no cargar las mochilas de la nada sobre tus hombros y no “dejarte
engañar” en el órgano de Who, ahora entrada a un programa famoso de forenses
genios, de esos que quisiéramos tener aquí en méxico en unas tres o cuatro
ciudades como Tijuana, Juárez, Morelia, o el estado de México al menos.
El paracaídas se rompe y ya no termino el viaje, un vecino me distrae….
Modesto abres una ventana en tu alma por donde puedo entrar a a rozar tus sentimientos. Un abrazo.
ResponderEliminarComo siempre, gracias por tus lectura y tus comentarios, Beatriz, Un beso querida amiga, agradezco tu presencia.
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