I
Me
he empachado de mar,
de
su belleza.
Me
cambiaré a la ciudad para extrañarlo;
pero
será en verano, cuando las olas
transportan
minúsculos azogues por sus crestas,
porque
con esa imagen infinita de mi yo
desvanecido
en otros yos perdidos,
no
podría resistir su alejamiento,
mi
partida.
Sé
que es el mar mi esencia
Y
es que a veces yo tampoco me soporto.
Por estos últimos días de invierno
con
una sudadera protegiéndome,
camino
por una de sus playas frías
con
la parte nostálgica del alma
sorteando
espejos de la melancolía
En
estos días, el mar no me atosiga
de
tanto colorido, amor y vida;
mas
bien me sirve de buena compañía,
me
susurra de brisa para no alejarme
y
juntos tolerar el amor entumecido.
Resulta
que a veces su belleza cansa
y
es la tristeza, a veces necesaria,
quien
permite pegar las partes quebradas
de
tantas sensaciones de pájaros dichosos.
Definitivamente
el mar me cansa
por
esos días que apenas llegan
y
es insoportable su belleza
y
el horizonte es una línea imaginada
entre
lo que es claridad en sus entrañas,
el
misterio del punto imaginario
donde
convergen las preguntas sin respuestas
y
esa soledad de dulces pájaros acuáticos
que
desemboca en otro mar profundo.
Resulta
que a veces, ni yo mismo me entiendo.
La ciudad
La
ciudad espera mi descanso de mar.
Miles
de galaxias incrustadas en la tierra
esquinas
mágicas con planetas solitarios
al
arribo de la nave del fastidio
con
seres repetidos y mundos clandestinos,
gavinas
callejeras en la calzada del olvido
bardas
pintadas de conciencia,
plazas
de mármol en contraste con la arena
monolitos
de concreto y de ladrillo levantados
donde
antes lagos existían,
condominios
en lugar de los arbustos
plantas
de luz artificial,
letras
ahogadas por ríos de metal y de neumáticos;
centros
de reunión para cualquier gusto de gente,
palomares
limitados
artistas
de a diez pesos en cada estación del metro;
verduras,
gallinas, vacas, caballos destazados
y
mariscos a un lado de lo que es el puerto necesario
en
que los barcos Thorton abastecen al ganado.
Pero
hay espacios de infinitos prematuros
y
postreros
lugares
donde el espíritu descansa,
café
lechero en los rincones del marqués,
centro
superpuesto y agujeros de tiempo
por
donde se cuela el sabio, la historia,
mi
futuro y mi pasado,
fantasmas
de un presente muerto
librerías
del Centro al Sur,
dichosos
libros que me esperan,
rincones
para el blues y una buena sinfonía,
resquicios
culturales en medio de un bosque de piedra
puntos
de reunión entre eucaliptos,
varias
pinturas que se inventan a sí mismas
de
personas en el desafío de llegar a su
destino,
paranoia
y stress para sucesos posteriores
mujeres
con el encanto citadino,
amigos
del ayer lejano, cuando las calles
no
eran cautivas de los automóviles,
edificios
que te dan los buenos días,
amantes
escondidas,
la
misma ciudad maquillada de soledad prostituida
en
que la nada tiene restricciones
y
el vacío deambula por sus callejones,
donde se compra lo que no es necesario.
Añorada
ciudad de mis amores,
oculta
entre ciudades diferentes
víboras
de fuego en sus entrañas vivas
electricidad
y gas en la región del aire
ríos
entubados y mensajes encriptados,
al
fin ciudad mas grande que mi playa
repleta
de misterio y de leyendas...
III
El Bosque
A
lo mejor el bosque
con
ese misterio por sus cuevas,
vida
fluyendo entre sus árboles
y
aves acechando por el aire
criaturas
que corren y recorren
entre
la tierra y el follaje...
El
bosque con sus hadas y sus duendes
me
servirá de bitácora reciente
donde
pueda borrar de mi cuaderno
a
la soberbia,
la vanidad que siempre debilita
y
entonces escribir de otra forma
la
introspección profunda por todas mis arterias
para
limpiar las partes oscuras de mi alma.
Porque
en el bosque,
también
florece la metáfora
los
versos son mariposas y torcazas,
carpinteros,
petirrojos y pichones,
en
ausencia de gaviotas y pelícanos;
hay
tropos e imágenes cambiantes
en
abedules y ahuehuetes,
hongos
a la sombra de los pinos,
ardillas
volando por sus ramas
y
esa sensación de paraíso,
el
caldo de magia necesaria
para
pensar en brujas, ninfas y cigarras.