I
(Principio y fin)
De diez en diez, a veces agua y en otras
ocasiones piedra y musgo embarrados de tiempo que resiste al embate de la
“caída” de los años.
Al principio azoro y despertar en una
mañana cálida y húmeda, con olor a novela diluviana de verano y tormenta.
Las vías del tren eran parte del cuadro
junto a las cañas de azúcar dejadas por el vagón alegrando la mañana hacia el
camino del Ingenio Bajo un peldaño cautivo los meses y los años se acomodaban
en discretos cambios al final del salto el espejo devuelve una realidad sin
estaciones y un futuro que parece eterno.
Un cúmulo de libros y hojas sueltas, muchas
imágenes y el promisorio silencio que se asoma entre ventanas donde se cuelan
las orugas, refugio perfecto de pájaros y sueños que nacieron rotos y lejanos,
disonantes horizontes en la oscuridad de los capullos.
La historia es una algarabía de
silencios un torbellino donde el amor y el sexo son arrastrados por políticas
morales y revoluciones explicadas en un prematuro sicoanálisis.
La noche florece en un jardín de
silencios.
Una larga caminata a lugares diferentes acariciados
por esa línea que alarga la vida cuando confunde el cielo con los colores de un
sol entre la bruma y la mañana, a su lado un marco de escolleras gemelas recordaba
el infinito dividido en dos partes, la eternidad y un despertar eterno.
II
(El intento)
Escribiste unas cuantas cuartillas, la
mejor de ellas se perdió entre papeles con problemas no resueltos de física, no
sabías como es que se gestaba el cambio porque la oruga tardaría más tiempo en
ser polilla, crisálida que volaría años después entre las hojas de un libro
sobre narrando las andanzas de un viejo brujo poderoso que intentó cambiarte y
se quedó incrustado en algún lugar de la memoria por unos años cuando
intentabas recorrer lo que te habías perdido, sin que te dieras cuenta en los
sueños recurrentes de un salón de clases donde no eras estudiante, tu papel era
el otro, un tiempo que pasaba lentamente por tus ojos sin poder apresarlo en
todos esos años anegados y hundidos por ciudades desconocidas que te habitaban.
Me preguntas si he podido escribir y el
espejo me delata, en una ocasión fue la mujer que se transformó en palabra verso
redondo y metáfora acabada, pintura, capullo de silencios en un amanecer azul
marino mientras la brisa acariciaba los recuerdos que se volvían sobre mis
pasos.
ha pasado medio siglo como si fuera un
soplo de verano …
III
(Los recuerdos)
Se partieron los años en callados
abanicos escondían consigo un conjunto de relatos que aparentemente no eran
trascendentes y por lo tanto se desvanecieron poco a poco, las historias se
irían reconstruyendo una a una después de su partida el misterio y la sorpresa lo
efímero y trivial tejerían un manto obscuro de recuerdos que difícilmente
pudieran recatarse.
Esa frase común: la memoria del
olvido, cobraba fuerza línea tras línea se fue deconstruyendo el andamiaje sin
ninguna percepción que rescatara la razón solo el tiempo de nuevo transformado
en abanicos para impulsar el viento y rescatar la espera de vez en cuando una
canción, un viejo y arrugado cuaderno de notas y los años que partieron donde
se cosería al intento y se irían acomodando en un profundo olvido.
IV
(Yosemite, la calle)
En alguna ocasión, como si fuera el
inicio de un cuento, se iban acomodando los fragmentos recuperados de una
composición dodecafónica, por momentos saltos que interrumpen la secuencia de
imágenes y una ventana por donde se cuelan las ramas de un árbol, detenido por
las aguas de un río bautizado por Demócrito en tardes calladas de descanso obligatorio y placentero- El Café de la
esquina en otra antípoda devorando libros perdidos en el deseo de compartir la palabra
foránea el sabor del café que no se registraba en la memoria y a pesar de la
mujer y los encuentros con ella, no lograba recordar los nombres, solo un grupo
de rock o un concierto de Brahms, y en otra ocasión las galletas saladas para
calmar el hambre con una taza de café de una marca que ya no existe.
De vez en cuando los amigos y una puerta
sin cerrar, abierta de par en par como rubrica de esos días, las ramas de ese
árbol no dejaban ver al mundo pero casi a diario un pájaro me lo recordaba, lo
deletreaba, entonces lo imaginaba y lo miraba dentro de un cuarto donde me
quedé detenido un largo rato entre aventuras de ninguna parte y dos historias
de amor, en ese rincón pintado de
palabras, hojas sueltas y amantes ajenas sin rostro fue el universo donde se
cocinaron los sueños y el intento y se perdió el motivo en día iguales sin que
me diera cuenta nunca jamás fui rescatado cuando me sumergía entre papeles y
pequeños muebles de madera blanca de Oaxaca, palabras de colores donde el
morado y el amarillo las vestían, era la soledad la única entidad que me
habitaba entre lecturas de abril en algún perdido cabaret siempre los pájaros
después de una parranda de letras entre soles nocturnos y frases colgantes por
el techo en ese minúsculo espacio que me
representaba.
El ombligo dentro de ese ombligo
reflejado Cuando los trinos eran silencios de historias sobre algún lugar de la
nada, la matriz del todo.
En esas singularidades de los propios y
extraños los dioses jugaban matatenas en alguna playa escondida en el infierno
de Caronte, un cuervo solitario graznaba, la noche se desvanecía y los ruidos
cotidianos se dejaban oír por la ventana, una canción emergía de los recuerdos en
el registro escondido de la música mientras un pastel en forma de aeroplano, derrumbaba
los sueños de lo que un día pudo ser (alguna vez fuimos los sueños de nosotros
mismos), sin embargo, los dioses lo sabían: el destino cambiaría su curso hacia
el infierno, no aprendíamos...
V
(Ser poeta es otra forma del Intento)
Esos sonidos que son característicos de
la noche…
En un lugar sin ruidos el tiempo duerme en
una cama de silencios cuando la historia se detiene, sobre una quietud de
ausentes gravedades de mujer y parroquias en vigilia de palabras sucumbidas por
el verso en un tráfico interrumpido de la sangre en los ritos escondidos de la
luna en camposanto por un corazón en dialogo de espejos…
Entre lecturas de abril en algún perdido
cabaret los mundos se han petrificado en el ocaso sepultados en catedrales de
arena y silencios a un lado del mar, residencia de gaviotas, sepulcro del
destierro, huesos molidos por la ausencia, estación del laberinto, última
parada hacia el infierno y el infinito detenido, dividido como estrella de mar. En cada
amanecer el intento nuevamente.
Subyace el nahual en su retorno por los vasos comunicantes sin tiempo ni
estaciones, los pájaros emigran, cae la noche, los años se diluyen en un lago
de espejos, es su destino la soledad empoderada, los versos son la piedra donde
la nada se cincela los baña de silencio un cántaro mágico, no existimos a pesar
de los nombres a pesar de las señales que se quedan, en la conjugación del
verbo nace la religión, la soledad y la nada no tienen pronombres:
entonces
¿quiénes somos los que somos
si no es
lo que somos que sin ser no somos nada?
Ser poeta
finalmente
es poder
decir al final
que no
decimos nada,
pero
también es olvidar
a la
palabra,
abandonarla
y en esa
paradoja
construir
con ellas una trampa
en una
red agujerada-
Ser poeta
es otra forma del intento.
VI (La Sierra de Juárez)
Algunas palabras se quedaron perdidas en
un cuaderno abandonado mientras los recuerdos emergían entre las distracciones
cotidianas del medio día.
la canasta tejida en una sierra mágica, una
hilera de casa de adobe y ramas el tequio inesperado envolvía al poblado abandonado
por la ausencia.
no se perdió el silencio, su espíritu fue devuelto a un pueblo que
también es nuestro, ellos tratan de romper el infinito.
No sé si recuerdes la caminata en otra
sierra en una mañana húmeda y bruñida, una cabaña pintada de neblina y anafre
con tortillas recién hechas apareció en nuestro camino, un niño correteaba a
las gallinas su alegría contrastaba con la quietud el bosque los pinos
respiraban nuestra inmensa paz alejados del concreto y el semáforo.
Al querer reproducir la palabra, imágenes
y descripción de momentos, desnudar la noche y dibujar el firmamento con el
lenguaje del hacedor de historias, de un brujo comprobado en la gramática de su
linaje, me quedé en el intento.
Mientras mi gato arañaba la puerta para salir
a cazar fantasmas alados que deambulan por la noche, muy a pesar del chamán que
me llamaba vestido con palabras que no eran mías se me cerraban los ojos en los
viajes entre los libros que no podía leer me doblegué ante la derrota de
convertirme en un lector a ciegas de mi propia historia que inventaba con pedazos de memoria arrinconados, en un
caleidoscopio de fractales remotos sin poder visualizar un final con la luz de
las luciérnagas.
Había disfrazado la vida entera arropada
por un mundo que ya se había extinguido y era difícil poder reproducirlo, con
los ojos lagañosos de la noche que impedían liberar a sus criaturas de una
ortografía sin reglas, fue cuando me percaté de la quimera.
.
Pude haber sido el brujo pero no me
percaté de sus señales cuando saltaban al azar por la materia oscura, perdido
en un camino sin estrellas con acertijos de la nada escondidos por la luna.
VII
(Los pájaros y la pequeñez del tiempo)
No sé cómo hablar del (poco) tiempo que
nos queda cuando lo que se acumula es el propio tiempo quizás la percepción es
el pivote necesario para la dualidad conciencia tiempo como una ecuación sin
matemáticas ni símbolos donde todos los tiempos se acumulan y colisionan para dejar
de ser una sucesión del calendario.
El tiempo propio es la partícula de
enlace en esta vasta historia que ya no existe cuando esta dualidad no nos
habita que converge en ese punto imaginario, tan lejano de nosotros como la
palabra infinito alcanza su límite en la nada.
¡Que poco tiempo nos queda y cuánto
tiempo nos habita!
En algún momento pude percatarme cuán
lejos se encontraba el tiempo, me imaginaba que sería de mi por esas lejanías. Ahora
que las distancias se entrecruzan, la infinitez de lo ‘pequeño me sorprende no
sé si me tomó desprevenido o el viaje fue por otra ruta ajena a mi destino en
un tiempo diferente al mío.
Apenas hace unos días, las gaviotas
caminaban a mi lado y los pájaros me despertaban con sus trinos cantándome al
oído. Ahora tampoco el recuerdo me visita.
“Me han avisado que hay que ordenar y
acomodar la nada de tal forma que al final sea mi único inquilino”. Ahora
cuento los instantes como antes los años, y a veces los encierro en un frasco para
destaparse en caso necesario lo guardo en un pequeño maletín donde junto a la
nada es lo único que cabe.
Aunque las despedidas no me gustan, no
haré caso Y abriré el frasco etiquetado en este otoño atípico de inviernos
prematuros y oscuras noches en vigilia.
Los pájaros (más que las gaviotas)
siempre estuvieron a mi lado cuando
llorar limpiaba mi alma, no dejaron de hacer sus nidos con palabras y empollaban
el Verbo que sin ellos no hubiera nacido.
A veces el tiempo no importa pero
siempre es útil tener un recipiente para abrirse en casos de apuro como estos, así
lo pájaros vuelan entre las palabras.
palabras pájaros son los verbos que se fueron quedando en el camino, ojalá y
puedan florecer cuando los vea antes de que la nada se desdoble.
IX
(Inteligencia, egoísmo, inconciencia)
Hay dos palabras opuestas y enlazadas
con una tercera individual y ciega, quizás un cuarto concepto pueda salvarnos de
esta terrible paradoja
Entre tantos puntos suspensivos el
espejo refleja las respuestas de la luna dividida por el camino repetido, en los
pedazos que el sol esconde
y a lo lejos... los pájaros.
Hemos caminado por el borde del vacío y
sentir que aquí no pasa nada ¿No pasa nada?, preguntó alguna vez el
poeta en esa circular periplo del amor tan lejos de una trilogía resuelta sin
poder aniquilar el egoísmo ni hacer que inteligencia pueda rimar con la
conciencia.
La luna es la metáfora de un ciclo que
nos marca…
Y en ocasiones también la sepultura de
los sueños.