En alguna ocasión tus senos,
como si el sexo fuera el punto del encuentro,
la convergencia de todos los momentos,
el Aleph detenido en ese cuarto de hotel
para turistas diferentes
y personajes de un cuento de Fuentes.
En alguna ocasión tus azules ojos,
el único color en la habitación,
un vino corriente en el buró
y al lado la novela de Bob Dylan,
tu y yo inmersos en el rincón del cuarto,
desnudos, abrazando al infinito
mientras tus ojos nos contemplan,
conjuramos el pasado en un futuro que no comprendía
y la melancolía se transformó en lágrimas.
Fuiste la bruja que me regaló el encanto
de una noche viajando entre dos mundos
que se desdoblaron en todos los mundos,
la lectura de un poema de Cortázar
y un café perdido de San Ángel por las calles de San Francisco,
con los espejos amorosos de las soledades.
A lo lejos escuchaba una canción de los Beatles en un bolero
y todas las calles perdidas de un México
que se resistía a no salir de un cuento.
A lo lejos se encontraba el Sur y el Norte
mientras lo más dulce se nos escapaba de las manos
por los recuerdos que ya eran viejos
y tu desaparecías sin poder entenderlo.
En alguna ocasión la poesía nos rescató de un naufragio
nuestros cuerpos decían adiós en el ceremonial de la historia.
Después te busqué toda una vida y morí muchas veces en el intento,
nunca pude resolver ese lugar sin tiempo
y con todos los tiempos del mundo,
sin mundo
y con todos los mundos del mundo,
cuando ya era demasiado tarde
y me vi en este momento sin Dios y sin ti.
En alguna ocasión resolviste todas las dudas y todos los misterios,
los guardaste en un pañuelo y una mirada,
sabías que ya era tarde
mientras besabas mis silencios y sepultabas el tiempo.