Hay tiempos
que se descarrilan, cambian de vía o se apilan para cambiar de momento por
instantes y como un centelleo estroboscópico entre fractales, los recuerdos afloran
en una taza arrugada de café.
Camino por
una vieja calle de Tajín en el pasado moderno y la colonia Narvarte. Las chicas de un colegio
de monjas en sus faldas con tablillas van acompañadas de la empleada, a la
papelería para colectar los implementos de la tarea.
Las tardes
cambian de color a los futuros en un largo presente. Una nueva vieja canción de
los Beatles se cuela entre los pasos. Los coros son el incesante azul de un
crepúsculo de primavera con los silencios y taciturnos rostros de una algarabía
entretejida.
Ellos
despreciando lo clásico (como una paradoja), permanecen.
Es cierto, aquellas avenidas no se escribieron para una canción o
un poema, permanecen agazapadas en la memoria que me acecha,impecable, dolorosa,
sonriente, melancólica, por este país de gaviotas.
Los testigos
abandonaron el mágico lugar donde se intercambiaban noticias y sin que nos diéramos cuenta, los días se
estacionaban en los años por venir y fueron cambiando el silencio por
realidades que se llevaron los sueños cuando de repente despertamos después de
una noche larga de bolos como Rip Van Wincle, cuando perdió con los
duendes y sus fantasmas.
Ahora
tejemos y destejemos la malla de este insólito y posible evento de una
vida que se fue zurciendo con los pixeles y las ecuaciones invisibles de un
profundo teorema no resuelto en un mar de discusiones pírricas.
Los espejos
desentierran las imágenes incrustadas por las sombras del otoño.
Octubre 2015
Octubre 2015
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