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...me voy rompiendo
en capítulos,
hueso a verso,
boca a beso,
verbo a cuerpo,
-nada más parecido
a un montón de letras
sin esqueleto. Belleza quieta.- M.L.
El roce del espíritu
A veces me llega la tristeza en tonos ocres
en el borde de la ausencia
en otras ocasiones me lleno de despojos
como hojas que se mecen suspendidas
un verso en agonía que se aferra ante la vida
con una sensación de huesos vivos
recurrentes del olvido y la nostalgia.
Por estos días, un invierno cercano
ahoga mis recuerdos de una tarde sin pájaros
con una conmoción de crisantemos en mi pecho,
cuando una virgen sin llantos ni duelos inventados
se aparece en la ventana,
su rostro dibuja la nostalgia
invade mis momentos con una mirada imperceptible
se apodera de otros sueños en sepulcro
y me descubre de una forma
que estaba velada ante sus ojos.
Entre matices del crepúsculo,
sacude las tristes pinceladas del lamento
resucita los tiempos de la magia
y roza mi espíritu
con el toque silencioso de los ángeles.
La paradoja del vacío nuevamente resurge de la nada
como una estrella que colapsa y explosiona
en una primavera sin otoño.
Hay una fuerza en ese rostro de estaciones en espera,
que me avisa, me retrata, me conduce
con palabras subyacentes, subversivas
hacia un mundo de versos en silencio,
frases de un ocaso de preguntas sin respuestas,
eclipse entre dos verbos en el rito solemne de la vida.