Repasé caminando las palabras de arena
Que les dije en el bar a los amigos,
Y era mi boca la boca del silencio
Mordiendo aquellas cosas.
(Me custodia la ira con su puño de rejas,
Con el sonido extinto de la sombra. Después,
Mi tardo andar imita la dirección de un río
O el camino de hormigas alrededor de un árbol.),,, Del Oboe Nocturno.- Juan Bañuelos
Que les dije en el bar a los amigos,
Y era mi boca la boca del silencio
Mordiendo aquellas cosas.
(Me custodia la ira con su puño de rejas,
Con el sonido extinto de la sombra. Después,
Mi tardo andar imita la dirección de un río
O el camino de hormigas alrededor de un árbol.),,, Del Oboe Nocturno.- Juan Bañuelos
Me fui a caminar por aquellos entinglados de
la mente
en una tarde con el calor derramándose en las
letras
y las noticias de mil
ciudades con la muerte respirando.
Leí un poema o dos, mejor dicho, de un
personaje mágico
que me
obligaba a revisar los textos de Góngora y Quevedo
y mostraba la forma de hacer versos en
geométricas medidas
los compañeros leían
sus poemas con la mirada del brujo vigilante
atento a descubrir recetarios
repetidos en el caldo de las letras.
Pasaron muchos años
por mis manos y otros tantos libros
sin darme cuenta que
las verdades se pegaban al silencio
de vez en cuando
algún escrito, una palabra, me acechaban
sin percatarme que
una bruja agazapada en su conjuro manifiesto
elaboraba la
maldición que se incrustaba lentamente en mi esqueleto.
Por algún momento,
mas bien en esos varios años mil momentos,
quise pensar que ya
estaba listo para atisbar al infinito
a esos estados donde la
mente cambia de piel y nos vigila
con las palabras
atrapadas en el techo de un cuarto solitario,
como si el sol se
quedara en una esquina murmurando su vigilia
y un frasco de vidrio
transparente fuese la cárcel de la luna y de los pájaros.
Volví a leer algunas
historias sin la presión de alguna nota aprobatoria
compré los libros del
maestro, escribí algunos versos para soñar poesía,
las amantes y los
amigos clandestinos que jugaban a ser juglares de la noche
me regalaban pedazos
de vida para usarlos en los aburridos días de oficina
pero el hechizo
seguía pegado entre mis huesos y las palabras se rompían,
la gravedad y las
mareas provocadas por la luna atrapada en la botella
las mantenían suspendidas
como puentes colgantes atados con teoremas
Por otros viajes
urbanos y perdido entre pasillos de libros y cafeterías
se aparecían de vez
en cuando algunos brujos regalándome pociones
contra ese maleficio
que no podía quitarme por no saber que lo tenía
solo en esas noches
que la ciudad dormía o en los baños de tumba
con el silencio podía
percatarme que ya me había señalado.
Finalmente se
apareció entre dos líneas de un verso atrapado entre mis ojos
El brujo se fue
desvaneciendo por la calzada de los verbos solitarios
me dejó un costal de semánticas
perdidas y complicadas cábalas
que en instantes se
transformaban en pájaros negros, quietud,
gaviotas suspendidas,
arrecifes o alguna estrella encuclillada.
Algunas ocasiones los
recuerdos y ese negro despoblado estacionario
se confundían con el
estado de vigilia que me atrapó una noche
con las palabras
disfrazadas de colibríes y mariposas en espera
y al cambiar los escenarios (un balcón en la
mañana hambrienta,
la sensación de una ciudad sin marejadas y pelícanos, el
otoño,
otras soledades
diferentes esperando las lluvias para lavar tristezas),
mi Yo seguía atrapado
en una cárcel invisible de metáforas perfectas
que cambiaban de
nombre y elaboraban tramposas señales libertarias;
sin dejarse atrapar,
me condenaban a la búsqueda perpetua del poema.
El tiempo se rompió,
los recuerdos y la lectura de unos versos mágicos
me hicieron regresar
con el espejo, la soledad, la nada y el silencio,
a las primeras intenciones con tan solo dos
palabras y un binomio
y desde entonces todo
se transformó en una espiral que atrapó mi corazón,
la luna bañó de
soledad el cristal hasta romperlo y los pájaros
fueron emigrando por
el mismo rincón donde se cuela el infinito
la gravedad hizo caer
las frases tapizadas que colgaban del techo
me abandonaron
burlonas de igual forma por un morral sin fondo
sabía que ya no era
el mismo, se había borrado ese ceñudo orgullo
dejando cicatrices
indelebles en las marcas que me dejó el conjuro.
En mi esqueleto
duerme el verbo y por momentos me sorprende
y así pasan los años
fragmentados con esos pedazos de memoria
para poder resolver
el crucigrama con dos palabras y un binomio.
Me parece un buen texto, un escrito que te retrata muy bien, querido poeta. Nada que objetar a este torrencial y apasionado cúmulo de frases y palabras en torno a "La intención del brujo". Me ha subyugado gratamente, se respira sentido y sentimiento, lo has modelado con hondura y brillantez. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarUN abrazo.
Teo.
Un gusto saludarte y agradecimientos por tu comentario. Un abrazo querido amigo.
EliminarBueno Modesto!! Este texto me atrapó y muy gratamente, lo he disfrutado palabra a palabra, me quedaré saboreando, releyendo. Brillante amigo! Gracias
EliminarGracias a ti Beatriz, por la lectura y tus comentarios.
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